lunes, 24 de septiembre de 2012
Obesidad: un problema de salud pública, ¿un problema social?
La semana pasada me llamó la atención la cantidad de calorías que ingirieron mis compañeros de trabajo. Ellos comieron un aproximado de 2 rebanadas de pastel cada día (ojo: fueron 3 cumpleaños) equivalente a 700 calorías, las suficientes para una comida al día. Alguien podría preguntarse ¿esta ingesta de tantas calorías vacías es producto de la sociedad en la que vivimos o las elegimos libremente y con conocimiento?
Ciertamente los obesos en nuestra sociedad actual no están bien vistos. Muchas veces, se relacionan con un estatus bajo y muchos de ellos son rechazados y humillados. De hecho, no son pocos los que adjudican una parte del problema a la misma sociedad. El prejuicio, el tabú y falta de aceptación a las personas obesas en la sociedad provocan la baja autoestima y estigmatización de esta condición. “Si la sociedad no los juzgara tan duramente este problema no existiría”. Afirman.
Sin embargo, esta percepción varía de sociedad a sociedad. En otras culturas, la obesidad estuvo asociada con atractivo físico, fuerza y fertilidad. Algunos de los primeros artefactos culturales conocidos, como las figuritas de Venus, son estatuas tamaño bolsillo representando una figura femenina obesa. Esto es más probablemente debido a su habilidad para lidiar fácilmente con niños y sobrevivía las hambrunas.
Si bien, es cierto que las personas obesas tienen derecho a no ser juzgadas por su condición, y no merecen insulto alguno; así como las personas homosexuales, los discapacitados, los alcóholicos o los débiles en general, no se puede negar que existe un problema de salud física y emocional. La obesidad, así como otros hábitos alimenticios perjudiciales, como la anorexia y la bulimia están relacionados con lo emocional en el que las personas tratan de compensar (ya sea por el exceso o por el defecto) estas necesidades afectivas.
La obesidad no es algo malo porque otros dicen que es malo sino es malo en sí. Así es definida por la OMS como una enfermedad. La obesidad forma parte del síndrome metabólico siendo un factor de riesgo conocido, es decir predispone, para varias enfermedades, particularmente enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, apnea del sueño, ictus, osteoartritis, así como a algunas formas de cáncer, padecimientos dermatológicos y gastrointestinales.
Las causas de la obesidad son múltiples, e incluyen factores tales como la herencia genética; el comportamiento del sistema nervioso, endocrino y metabólico; y el tipo o estilo de vida que se lleve. Para Mazza (2001) entre los factores que pueden causar obesidad puede ser atribuido un 30% a los factores genéticos, 40% a los factores no heredables y 30% a los factores meramente sociales, es decir, la relación entre factores genéticos y ambientales son del 30% y 70% respectivamente.
Como muchos problemas de salud pública (comportamiento sexual, adicciones o depresión) la obesidad de previsible con la educación y los buenos hábitos alimenticios desde el hogar, de las necesidades afectivas satisfechas, de la práctica de ejercicio regular y de una dieta equilibrada y rica. Pretender que la obesidad deje de ser factor de riesgo para la salud por el hecho de ser socialmente aceptado es una falacia.
martes, 12 de junio de 2012
¿Qué es eso de pensar?
Pedro: Hola Juan, ¿cómo amaneciste
hoy?
Juan: Hola. Precisamente, me estaba
preguntando sobre lo que hacemos todos los días por la mañana.
Pedro: ¿A qué te refieres?
Juan: A que despertemos diariamente a
la vida ordinaria. Aún antes de abrir los ojos, ya ciertos ruidos se
adelantan a nuestro mirar para decirnos que “afuera” está
llamando nuestro diario existir.
Pedro: Claro. El tic-tac del reloj nos
hace ver la hora. Nos desperezamos, nos incorporamos, porque las
cosas que nos rodean excitan nuestros sentidos, nos mantienen
despiertos, nos ponen en movimiento... ¿Qué hay de extraordinario
es eso?
Juan: Alguna vez te has preguntado:
¿Qué es lo que ha permitido que de pronto, sin pensar en ello,
estemos tomando café, bien caliente, en la cocina? ¿Qué es lo que
nos ha llevado a la puerta, lo que nos ha permitido recoger el
periódico y estar aquí a punto de agotar el café que nos hemos
preparado?
Pedro: Pues, la verdad no. Supongo que
la costumbre o educación que hemos recibido... aunque lo que me
preguntas me recuerdo a uno de los grandes sabios de la antiguedad o
filósofos quienes tienen fama de ser muy despistados.
Juan: ¿A quién te refieres?
Pedro: “Se cuenta que Tales de
Mileto, ocupado en la astronomía, y mirando hacia lo alto, cierta
vez cayó en un pozo, y que una sirvienta de Tracia, de espíritu
alegre y burlón, se rió diciendo que él, al afanarse por saber lo
que veía en el cielo, se olvidaba de lo que tenía delante y a sus
pies”.
Juan: ¡Exactamente! Se trata de un
párrafo tomado de los diálogos de Platón, cuyas páginas contienen
toda una reflexión encaminada a definir lo que es el saber bien
fundado.
Pedro: ¿Y cómo distinguir entre un
saber bien fundado como el de los grandes filósofos y un saber común
como el de desayunar, que es una de las tantos instintos que
satisfacemos diariamente?
Juan: Pues que en el saber común, que
es un saber de la vida ordinaria, asegurados por nuestros instintos
nos movemos atendiendo a las necesidades, los hábitos, los usos y
las costumbres. Como por ejemplo la costumbre de cantar mientras nos
bañamos...
Pedro: O como yo que soy un hombre muy
práctico, y me dedico a los negocios.
Juan: Exactamente, el carácter
práctico o pragmático del saber común en la vida cotidiana es un
saber todavía irreflexivo, el saber constantemente originario de un
mundo que se nos enfrenta rodándonos de cosas-instrumentos, de
cosas-útiles, de cosas que “están a la mano” y sirven o no
sirven según el área general dentro de la cual nos movemos.
Pedro: ¿Pero es que no hay en medio de
todo esto una facultad de pensar?
Juan: Sin duda, en el diario ir y
venir, llevamos nuestra razón, en tanto que facultad para pensar, a
todas partes, es decir, cada uno en nuestra vida nos detenemos y
formulamos nuestras propias convicciones de todo lo aprendido en la
escuela, las costumbres y cultura recibida.
Pedro:
¿Entonces qué es lo que distingue el saber práctico y el
pensamiento reflexivo? ¿Qué hay entre esos dos?
Juan:
Cuando el pensar logra hacer un juicio de certeza y permanece
así, en calidad de asomo a la verdad, entonces es cuando estamos en
presencia del sentido común.
Pedro: ¿Y qué eso del sentido común?
El sentido común es el saber
pre-reflexivo de la inteligencia humana, situado entre el saber común
irreflexivo y el saber de contemplación reflexiva hacia el cual
tiende.
Pedro: Pero como dicen, ¡el sentido
común es el menos común de todos los sentidos!
Juan: Claro. De hecho, el saber del
sentido común presenta un aspecto negativo: cediendo no pocas veces
a los imperativos propios de la acción, a las decisiones que tenemos
que adoptar en cada paso, deja de ser libre y queda regulado por
todas las normas, las costumbres, las creencias y aún las
supersticiones.
Pedro: Dado esta ambigüedad del
sentido común, ¿no acaso entonces necesitamos de un saber más
consistente y más profundo?
Juan: Claro. Por eso la actitud
filosófica fue y sigue siendo, desde hace unos veintiséis siglos,
el comienzo y el origen de toda interpretación inteligente y bien
fundada que pueda realizarse. La actitud filosófica es precisamente
el camino por el que la inteligencia humana puede liberarse de la
magia, de los mitos, de las supersticiones y de toda práctica
rudimentaria que aparenta ser un cimiento de lo útil y lo
perfectible.
Pedro: Qué interesante. Y pensar que
para muchos es sólo perder el tiempo. Nos vemos en la próxima
sesión y espero a que me expliques más sobre esto de filosofar.
Juan: Hasta pronto.
viernes, 4 de mayo de 2012
Tenerlo o no tenerlo: ésa es la cuestión
Brenda de 18 años y su novio
Irán de 22 están esperando su cita para hacerse un legrado. Verónica de 16
espera su turno para hacerse el “aspirado” mientras las pastillas le hacen
efecto para el desprendimiento. Imelda de 17 y su madre hicieron fila desde las
4 de la mañana para alcanzar ficha y así interrumpir su embarazo legalmente (ILE)
como lo definen.
Las clínicas materno-infantil
del D.F dan la democrática opción de forma gratuita a todas las mujeres del
país: la opción de tener un hijo o de deshacerse de él. El consultorio para dar
a luz es contiguo al del aborto.
Si la paciente pregunta: qué
se le hará, ellas dirán que el producto se dormirá y se lo extraerán. Sin
embargo, acerca de la operación, riesgos y malestares psicológicos nadie
menciona nada, ya que sólo se limitan a responder: “de lo que le harán ya se
enterará en su momento”.
Lo cierto es que la
información que cualquier persona que llegue a solicitar un aborto es muy
diferente afuera de la clínica (módulo de pro-vida) que adentro. Adentro sólo
recibirá la información sobre los diversos métodos dependiendo las semanas del
“contenido uterino”. Además, el trato de las enfermeras es rudo e insensible
hacia las mujeres y no permiten que observen a su bebé en el ultrasonido. Finalmente,
se le hace firmar una carta de pleno conocimiento y libertad del procedimiento
“ético” que llevarán a cabo los doctores y enfermeras de la clínico
materno-infantil.
Sin duda, la palabra
obligación: pasó de moda. Anatema es que “alguien” obligue a otro a hacer algo
en este siglo. ¿Será que preguntar su nombre y la posible solución para su
“problema” sería ir en contra de su libertad? ¿se le estaría “obligando” a ser
madre con sólo mostrarle una solución
para seguir adelante con su embarazo?
Con esta duda, nos acercamos
a Irma de 22 años, quien preguntaba a la señorita de afuera con duda y nerviosismo sobre el
procedimiento, secuelas y riesgos que tendría su operación que le harían al
siguiente día a primera hora de la mañana. Ella nos contestó que sólo
necesitaba un empleo en el que pudiera trabajar con su hijo de un año y que no la despidieran por estar
embarazada. Nos acercamos a ella y le
ofrecimos un empleo de 150 pesos por medio día. Irma accedió y canceló la cita
del aborto del martes 2 de mayo para seguir adelante.
Mi pregunta es: ¿realmente el
aborto es un avance en la democracia y la “libre elección”?; ¿hemos avanzado en
materia de equidad de género en el trabajo para quienes deseen trabajar y ser
madres al mismo tiempo?, ¿es cuestión del estado, de
la sociedad, de las asociaciones civiles o de todos los ciudadanos en conjunto
de buscar y ofrecer una alternativa en materia de empleo, equidad de género y
así evitar acudir a la violencia como primera solución?
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