martes, 8 de enero de 2013

Muchas personas se salen de la Iglesia Católica por resentimiento, por que vivieron o vieron malos testimonios, por incertidumbre y desconfianza del manejo de las finanzas, política o moralidad que dicta la Iglesia. Sin embargo, la Iglesia no es una institución meramente humana, sino también divina. La Iglesia Católica se declara a sí misma santa, porque santo es su fundador, santos los medios de salvación y santo su espíritu que la guía. 

Esto puede ser desconcertante a primera vista, pues, ¿cómo puede ser una institución que se declara santa puede estar compuesta por santos y pecadores? A pesar de que no parece tener sentido, la misma Biblia es la historia de santos y pecadores: el asesinato de Caín, la embriaguez de Noé, la idolatría del pueblo de Israel, la duda de Moisés y de su hermano Aarón; el adulterio y homicidio del rey David; e incluso pecados de los discípulos de Jesús: la traición de Judas, la negación de Pedro, la huida de los apóstoles y su debilidad ante el juicio de Jesús.



La historia de la salvación está compuesta de hombres que no nacieron santos ni se comportaron así desde que nacieron, sino que tenían la debilidad de la carne propia de todo ser humano. Entonces, ¿por qué nos extraña tanto que dentro de la Iglesia veamos seres humanos e incluso sacerdotes con desviaciones, la practica de injusticias sociales, abusos por parte de la autoridad y la idolatría de una religiosidad popular que ralla muchas veces en la superstición? De la existencia de pecado dentro de la Iglesia Católica algunas personas niegan el carácter divino de esta Institución. Se preguntan: ¿Cómo puede ser que el Espíritu Santo guíe esta asociación llena de corrupción y de pecado? Luego entonces la abandonan.

Sin embargo, esta decisión aunque parece tener una justificación psicológica (como el resentimiento contra alguien que hirió) no tiene una justificación lógica, racional ni doctrinal. Veamos por qué:

A) Lógica porque cae en una de las falacia conocida por los griegos como Modus Tollendo Tollens (MTT) que consiste en aclarar que un hecho no tiene una sola causa sino varias. Atribuir el pecado a la invalidez divina de la Iglesia es falso. El pecado tiene diversas causas: la inclinación al mal y la dificultad por el bien; la impunidad dentro de la sociedad y de la comunidad, la injusticia con los más débiles.

B) Racional. La solución al pecado nunca se resolverá encontrando culpables y desacreditándolos (como muchos ciudadanos que culpan a los políticos de todos los males sociales); tampoco señalándolos y juzgándolos (como muchos miembros de sectas que juzgan severamente a la Iglesia Católica); tampoco de trata de justificarlos (como hijos de su tiempo o del contexto histórico); o de llenarse de resentimiento y desilusión (más bien propia de un adolescente desencantado de sus padres).

C) Doctrinal. No debemos olvida que el mismo Jesús dice en la parábola de Mateo 13, 36-43. La cizaña y el trigo crecen juntos, unos con otros y que es hasta el final de los tiempos se separará el trigo y se arrojará al fuego la cizaña.

La propuesta de Cristo fue la de seguirlo y proclamar la buena nueva (Mc, 16, 15) con libertad. Esta libertad es interior, no se adquiere de manera automática ni determinante por estar dentro de la Iglesia. Dentro de la Iglesia existe el sacramento de la penitencia. Aunque este no excluye del sentido común la existencia de un ombudsman o defensor de los derechos humanos para quienes no tienen esta conversión interior. Este es el mismo criterio que debería tomar un enfermo: acudir al doctor y pedir a Dios. Ninguno debería de invalidar a otro.

Si existen problemas dentro de la Iglesia, no conviene tomar una decisión visceral, generalizar, juzgarlos o tomarlos como chivo expiatorio. Pero, ¿Cómo saber que esta Iglesia es la verdadera? En el próximo capítulo demostraré la legitimidad de la Iglesia.