sábado, 2 de septiembre de 2017

¿Practicas milenarias: doxa u episteme?

No son pocas las personas que tratan de convencerme de algo, por lo general de usos o costumbres de la homopatía, yoga, y varias técnicas que podrían calificarse precisamente de pseudo-científicas, llamadas así porque no hay una clara justificación epistemológica que demuestren su validez.

Me limitaré a responder la diferencia entre ciencia y opinión, aclarando algunos antecedentes epistemológicos más allá de los principios sapienciales de la medicina oriental. Porque, como bien dicta un dicho popular: “es más fácil andar preguntando, que santo Tomás contestando”.

Recuerdo el primer día de clase que tomé de Introducción a la Filosofía. El Dr. Zagal con esa voz chillona y pedante: “Díganme jóvenes: ¿cuál es la diferencia entre un curandero y un doctor? Nosotros, la mayoría tímidos e inseguros, temíamos a dar una respuesta precisa, por miedo a una respuesta de tono burlón y sarcástico del profesor.

Gracias a esa sensación de incertidumbre, que siempre provoca el ejercicio del razonamiento práctico de la filosofía, me quedó claro que la definición de los antiguos griegos (Aristóteles y Platón) de ciencia (episteme): “es aquel conocimiento cierto por causas que ocurren en la naturaleza siempre o casi siempre”; mientras que la opinión (o doxa) ocurre a veces o nunca.

Así, comprendí que quien posee el hábito de la ciencia, generalmente el médico, es quien conoce los principios, causas y elementos de la medicina, en este caso, casi siempre procura la salud; mientras que el curandero a veces cura, pero otras no. Nunca se sabe.

Con esto no quiero dar la impresión que son cientificista, es decir, otorgarle el 100% de crédito a la ciencia experimental al éxito del hombre, que logró deslumbrar a la humanidad en el siglo XVIII en época de la Ilustración. Y que dos siglos más tarde, vio con desilusión, cómo la bandera de la “diosa razón” los había llevado a la vivencia de dos guerras mundiales. Ni tampoco, quiero mantener una postura antropológica, que define la humanidad por su capacidad de progreso.

Lejos de eso, considero el avance de la ciencia moderna, más que un camino certero al éxito, es más un devenir entre logros y fracasos para la humanidad. En efecto, muchos de los descubrimientos de virus y bacterias, vacunas, se descubrieron en un contexto complejo de conjeturas, inmunización, reacciones secundarias, contra- efectos de medicamentos, fracasos, abusos, etc. Una historia tan truculenta como las mismas pasiones humanas.

Sin embargo, no deja de llamarme la atención las personas que “creen” en la medicina alternativa u homeopática, es decir, confían por experiencia subjetiva personal en su vida o en sus seres queridos. De hecho, esta sensación de recuperación es tan real, que la cuentan de viva voz, con claro propósito proselitista de convencer a sus familiares y amigos, de los maravillosos efectos de bienestar de tal o cual técnica ancestral o milenaria, casi siempre, oriental.

Mi respuesta ante este optimismo ante la acupuntura, yoga, etc; me deja una sensación de silencio por respeto a sus opiniones, como quien muestra un gusto por esta o aquella película, obra de arte o restaurante favorito. De ahí, mi preocupación para distinguir entre las emociones y las demostraciones o justificación racional y/o científica a la hora de argumentar. 

Me da la impresión que las mujeres mayores con hijos, mejor conocidas como “señoras”  tienen un instinto de amor y protección hacia el débil; y que su es indudable, nada despreciable sino incluso laudable. De hecho, entre ellas no faltará quien se gane la vida de esto, y me pueda contestar: “tú no sabes nada, tengo muchísimas pacientes o clientes, que prueban lo contrario”.

Y es precisamente por eso que recurro a la lógica y a la Filosofía. Primero porque la lógica me previene contra esta ola de sentimentalismo y emoción cuestionando:

Primero por la lógica. Por lógica entiendo el peso de la prueba. ¿Quién tiene el peso de la prueba a la hora de argumentar sobre los beneficios de la medicina alternativa, homeopática o alópata? ¿Las convencidas o los que no?

En conclusión, mi postura no es el rechazo a la experiencia personal, que es tan real y válida para afirmar que algo es verdadero; pero está en el plano de la opinión (doxa) que en griego significa fe, precisamente por su falta o ausencia de verdad universal. Porque la opinión, aunque sea milenarias, popular, o incluso aunque estén de moda; continúan siendo, como diría Popper, falseable.


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jueves, 17 de agosto de 2017

¿Qué recuerdo tengo de mi madre?


Desde hace varios años quería escribir sobre mi madre. Escribir sobre estas memorias no significa invocar su muerte, ni nada de estas falacias. Es simplemente, narrar la experiencia de la felicidad que ella ha procurado en mi vida y que ella pueda leerla aún en esta vida.
María Raquel, una mujer magnífica en todos los sentidos. Todo lo que soy y he sido se lo debo, en gran parte a ella por su autoridad moral y coherencia de vida. Madre fecunda y fértil, junto con mi padre, formaron y educaron a 9 hijos; y han visto nacer y crecer 20 nietos.
a)      Los abuelos
Su madre “abuelita Margarita”, mujer no fue sólo bella de cuerpo, sino también de alma. Sus virtudes, poco valoradas en la actualidad, fueron una auténtica educación en el amor a pesar de una pobreza insultante. La abuelita Margarita fue su claro ejemplo de cariño, paciencia, espíritu de servicio, humildad, etc. Su bondad ante todo defecto o vicio del prójimo, su sabiduría y abnegación le caracterizó durante toda su vida.
Aún recuerdo las visitas a la “mamá Magos”, después de la central de abastos, su casa llena de tíos, primos, comida, y hasta animales de granja: patos, guajolotes, gallinas y gatos. La abuelita nos trataba siempre con cariño. Un taco y una coca nunca faltaban en la mesa.
Mi madre, la mayor del matrimonio, desarrolló un carácter fuerte y decidido, porque tuvo que ejercer responsabilidades que muchas veces superaban su edad y madurez; para con su padre y cuidado con sus hermanos. La Providencia Divina siempre los protegía con ropa, útiles por parte de su tío; pero también aprendió a proveer con “itacates” a sus hermanos.
Elegida por Dios desde pequeña asistió al Catecismo, visitaba la Basílica todos los domingos desde la madrugada de la mano de su padre; y aprendió a rezar varios rosarios de la mano de su abuelita “Cata”. La vivencia y devoción a la Virgen de su padre  “papá Loncho” mediante peregrinaciones por más de 10 años; y el milagro fehaciente de haber sobrevivido de una puñalada en el pulmón.

b)      El matrimonio
A los 18 años conoce a Humberto, mi padre, hombre fiel y servicial, virtudes que conquistaron a mi madre Raquel cuando estudiaban la Normal de Maestros. Y poco después decidieron casarse y seguir estudiando la preparatoria. Mi madre, la más querida por mi padre, se rehusaban a dejarla ir y separarse de ellos.
Muchas fueron las dificultades y retos laborales y económicos que mis padres experimentaron al inicio de su matrimonio. Al trabajar, estudiar, y criar a sus primeros 3 niños que no tardaron en llegar: Pilar, Vicente y Raquel; luego demostró su habilidad en el manejo de las finanzas y la adquisición de Cefeida (la casa actual) con Tere, Gemma, Humberto; para finalmente mostrar gran fortaleza con las últimas tres, cuando el cansancio por la edad llegó con: Ludivina, María José y Ana María, ¡a quien la tuvo a los 46 años de edad!
c)       Mi infancia
Al nacer yo, la séptima hija, me vi rodeada de hermanos y una estabilidad que me permitieron gozar una infancia feliz. Las cenas “musicales” amenizadas por mi hermano Charchu fueron invaluables (La negra Tomasa, el vuelo de abejorro, joy de bach; fueron mi primera motivación musical); las composiciones de Charchu, los choteos de Tere, las fiestas organizadas por Raquel,  Gemma: quien me enseñó a andar en bici, cortaba mi cabello, y forraba mis libros;  la visita de las primas, los juegos con Majo y Anita, las actividades y campamentos del “Aster” y los paseos cada fin de semana a “Burgos” Cuernavaca; fueron privilegios directamente de Dios. Todas experiencias inolvidables.
d)      Mi escuela
Asistí a una de las mejores escuelas femeninas y más bellas en el país: El “Yaocalli”. Recuerdo jugar en un bosque lleno de árboles, ofrecer flores a la Virgen en mayo,  gozar de una preceptora que nos escuchaba de manera personal cada mes, poder confesarnos con “don Jaime”, asistir a misa en recreo, y recibir formación religiosa desde los 6 años fueron las mejores experiencias de vida cristiana. Tener siempre la confianza de tener a mi madre en la misma escuela ¡fue un verdadero honor y don que me forjó un gran cariño y respeto hacia ella! Sobre todo por su claro ejemplo y coherencia de vida: siempre dando alimento a los pobres, rezando diariamente el rosario, y cuidando y educando con fortaleza y paciencia a cada uno de sus hijos; junto con mi padre.
Preparar desayunos para 6 hermanos siempre me pareció asombroso. Mis padres lograban con su fe y empeño levantarse muy temprano, y comenzar a trabajar y preparar todo para salir a las 6:30 am en punto.Los uniformes, útiles y ropa nunca nos faltaron. Ella se “apañaba”, expresión española para decir lo conseguía todo de alguna manera u otra, porque ciertamente ricos no éramos. Sin embargo, nunca nos faltaron ni siquiera bicicletas. Con tantos hermanos, ¡uno conseguía cosas y otro las disfrutaba! En los 80’s era común que los niños jugaran todo el día en la calle, así que aunque teníamos TV (y los videojuegos comenzaban a venderse) sabíamos muy claro que no eran permitidos sin su permiso y vigilados. Así como la alimentación, donde no existía el “no me gusta”. Teníamos que probar todas las frutas y verduras, incluidos el hígado, las espinacas y el brócoli. La mano “dura” que practicaba mi madre con mi hermano mayor, me dejaban muy claros los límites si no quería que “gritara” en público.
Además de aprovechar de tiempo completo las vacaciones para educarnos a escombrar la casa, leer a los grandes de la literatura, escuchar música clásica y tocar un instrumento, aprender a recitar los poemas en voz alta, reescribir las oraciones principales y lo mejor de todo: ¡adelantar todas las tareas del año! Sin que faltara las películas de los santos para niños como: Santa Inés, San Francisco de Asís, Santa Bernardita y los tres niños de Fátima,  San Patricio, San Nicolás, Alexia, etc.
Al entrar a la secundaria, mi madre tuvo un especial cariño conmigo, porque yo lloraba, literal, al leer la literatura que me dejaban. Ella paciente me leía “con voz alta”: los poemas de Gustavo Adolfo Becker, las aventuras de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, Las mil y una noches, etc, el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz (a dónde te escondiste amado) y poemas de Santa Teresa de Ávila; y al mismo tiempo me explicaba pacientemente el álgebra, trigonometría; y me enviaba al “Interlingua” para dominar el idioma inglés. Y los 15 años, me envió a trabajar como “babysitter”, con una familia católica canadiense. Donde tuve mi primera experiencia laboral y bilingüe.
e)      La música
A los 14 años descubrí el maravilloso mundo de la música. Cada viernes por la tarde, mi madre nos llevaba y esperaba pacientemente una hora después de darnos de comer un lunch en “burguer boy” y entrabamos a la clase de órgano. Así aprendí doble lección: a no ser consumista, y a leer música. La motivación principal de los recitales donde interpretábamos de memoria en la Colonia Roma.
También nos llevaban a conciertos de música clásica en la sala Nezahualcóyotl, a escuchar los domingos por la mañana. (Chopin, Bethoveen, Mozart, Bach, Handel, Bizet, Vivaldi). Recuerdo lo que significaba literalmente “el aburrimiento”; y muchos años más tarde experimentar el verdadero gozo y disfrute pleno de interpretar ¡las mismas piezas! Pero ya como miembro (segundo violín) en una orquesta sinfónica de la UP; y como contraalto en el coro de la misma universidad.
f)       La filosofía
Después de una experiencia de inolvidables y auténticas amigas en la preparatoria, me decidí por la carrera de filosofía. Ante la pregunta inevitable del porqué estudié filosofía, fue: por haber escuchado las conversaciones de mis hermanos (Tere y Raquel), haber recibido una educación humanista en casa y en la escuela, un afán genuino de encontrar y descubrir razones últimas, y también un deseo propio de comprender y defender la propia fe. Todos estos fueron el motor de esta vocación por buscar la verdad. Verdades que me han traído problemas en la vida y que no ha sido fácil forjarse una carrera, sin embargo que han sido el eje del sentido de mi propio destino, criterio de vida y felicidad.
g)      Los viajes
Los constantes y largos viajes que realicé después de la carrera siempre fueron apoyados en todos los sentidos por mi madre. A Canadá viaje a cuidar a los niños de Gemma (a los 20 años, por dos meses; a los 21 años, todo el año; y finalmente a los 34 otros dos meses); luego tuve la oportunidad de viajar a España (a los 26 años, por  dos meses;  un año entero a los 28 años; y finalmente a los 34, por tres meses) para trabajar y estudiar con Teresita. Un viaje lleno de aprendizaje intelectual y oportunidades laborales. No faltaron los paseos a museos, monasterios, catedrales y santuarios, las peregrinaciones a Roma, y las caminatas por las montañas que colindan con Francia. Más adelante acompañé a mi madre a Raquel y sus niños a un crucero por el Mar Mediterráneo,  por las principales ciudades de Francia, España, y Portugal; y a los Santuarios Marianos con mi Madre respectivamente.

h)      El cuidado de Juan Pablo
Después de regresar de tantas experiencias regresé muy contenta a casa. Mi siguiente reto: cuidar al mayor de mi sobrino durante tres años. De nuevo el ejemplo de firmeza, paciencia y fortaleza de mis padres ante las dificultades. De nuevo mis padres unieron fuerzas para sobrellevar la enfermedad misteriosa que sorprendió a toda mi familia de improviso; y que nos costó años de paciencia y aprendizaje para sobrellevarlo.

i)        Finalmente mi profesión y mi hobby
Después de varios intentos fallidos por cuidar a más y más sobrinos de Estados Unidos, hijos de Humberto. Por fin, la calma, pude recibirme como Doctora en Ciencias para la Familia. Y una vez más, una lección más de mi madre: “lo que se comienza se termina”. Y así logré terminar y titularme. De nuevo, la constancia a pesar de las dificultades en el camino. El regreso a mi profesión laboral, como asesora online, cuyo horario flexible me permite participar en la orquesta sinfónica de la UP.  

j)        La enfermedad reciente de mi madre

Aunque parezcan pocos días o meses. El estar siempre al lado de mi madre, me permite ver y experimentar la vivencia de sus virtudes: la aceptación de la voluntad de Dios en su enfermedad, la fortaleza en el dolor, el trabajo en equipo con mi padre, la serenidad en el sufrimiento, el desapego de su independencia por su inmovilidad; su cariño a cada uno de sus hijos; su sentido del humor en las contrariedades; su sentido común, sabiduría y fe; el perdón ante los ataques y calumnias de alguna(s) de sus hijas, durante toda su vida la han hecho la más grande mujer de la que puedo narrar su vida de viva voz. 

miércoles, 24 de mayo de 2017

Sexo y género a debate


Hace poco algunas personas plantearon la aporía del naturaleza: ¿la naturaleza impone, dictamina o se construye, evoluciona? O en otras palabras, ¿la naturaleza es fija e inmodificable o absolutamente plástica o constructiva?  Y es que al hablar de la naturaleza, y en concreto de la naturaleza humana, nos adentramos en terrenos que implican la libertad. La libertad de elegir o de “identificarse” con el otro sexo. Muchas veces recurren a la analogía, ya usada por lo ingleses, “de estar atrapado en el cuerpo de una mujer o de un hombre; y viceversa”.

Históricamente, se ha planteado esta aporía de modo antagónico: unos afirman que ser hombre o ser mujer se define en términos de eficiencia, o “porque siempre ha sido y ha funcionado”. Basado en premisas dadas e inmodificables; la otra como una opción abierta y construida.  ¿Es el ser humano un ser acabado inmutable, fijo y determinad? O por el contrario, ¿es un ser en constante búsqueda de su yo?

Para plantear esta cuestión, que efectivamente, es compleja, dinámica y cambiante, debemos establecer: qué entendemos a) por sexo; b) por género; c) y la relación entre ellos; y finalmente d) la solución de esta aporía.

A) Qué entendemos por sexo

Durante siglos se creyó que el sexo era accidental a la persona y se ha discutido si el sexo es accidental a la persona, o forma parte de su identidad. La identificación es fenotípica por la totalidad observable. El fenotipo estaba centrado en los órganos genitales externos.
Ahora se sabe que la identidad sexual es algo profundo. Por ejemplo, por el tipo de letra se puede identificar si una persona es varón o mujer. Así surgió la grafoscopía. Se ha descubierto que los hombres segmentan sus vivencias en compartimientos, mientras que en las mujeres la vivencia de los problemas es total.
“El impulso sexual de cada persona se desarrolla a partir de un fundamento somático pero penetra muy profundamente en la psique y en su emotividad específica e, incluso, en la misma espiritualidad del hombre” (WOJTYLA, 2011).
El sexo no sólo reside en los órganos sexuales externos, sino en el modo de pensar, sentir, y hablar. No existe ser humano que no esté marcado sexualmente. Pensar, escribir, decidir son distintos según se trate de un hombre o mujer. Nada es neutral. Es una perfección transversal del psiquismo, de la vida social. Nada hay neutralizado. La diferencia entre varón y mujer opera en diferentes modalidades.
Lo humano no acontece asexuado. La persona humana es un ser sexuado «ab initio», desde su origen y en toda dimensión y nivel. Lo realmente existente es este varón, esta mujer, aquí y ahora (GUERRA, 2016).
¿Qué supone que la esencia humana se desarrolla como esencialmente masculina o como esencialmente femenina? Una cierta subjetividad que supone una verdad, y una forma de concebir el mundo. Encuentro a otro, que me dice algo de mí, pero hay una subjetividad compartida. Hay ciertas generalidades.
La experiencia sobre quién soy madura al descubrir una alteridad que se contra-distingue de mi yo. Aunque existe una identidad cualitativa, la diversidad corpórea, cultural y psíquica entre hombre y mujer no ofrece simplemente otro yo, sino otro que si bien es otro-yo no está configurado exactamente igual al mío. Hay una relación pero no puede verse homologado.
“La identidad del yo incluye como perfección transversal, trascendental si se quiere, la sexualidad masculina o la sexualidad femenina: todas las dimensiones del yo –cuerpo, psiquismo, lenguaje, historia, etc.– se encuentran atravesadas por una determinada diferenciación sexual originaria” (GUERRA, 2016).
Cualquier consideración que hagamos sobre el género y el sexo debe suponer la libertad, pues ésta es una característica esencial del ser persona. “El sexo es en cierto sentido «constitutivo de la persona» no sólo es un «atributo de la persona». Esto demuestra lo profundamente que el hombre, con toda su soledad espiritual, con la unicidad e irrepetibilidad propia de la persona, está constituido por el cuerpo como «él» o «ella»” (WOJTYLA, 2011).

b) Qué entendemos por Género

Freud postuló que la satisfacción sexual se puede tener con cualquier cosa, que el instinto sexual es plástico. La preferencia sexual es el modo de satisfacción de este instinto y puede ser educado. El humano, es el único animal capaz de posponer el instinto, porque tiene otras capacidades. La razón, poco a poco, descubre motivos superiores al instinto por los que vale la pena posponerlo.
Cuando se presentan esos otros motivos, se da una sublimación, que canaliza el instinto pero no lo niega; entonces ocurre la conquista del corazón de otro. La vida sexual humana se vuelve apasionante, se usa la razón y se descubre el significado, que se vuelve valiosísimo.
La vida sexual humana no es igual que la del animal. El erotismo posee un significado complejo. En la sexualidad humana todo tiene significado, desde un beso hasta el acto sexual. Todo lo dado y constitutivo del yo se manifiesta de modo personal, es decir, a través de «mi» cuerpo, «mi» inteligencia, «mi» voluntad. Cuando se vive la sexualidad en la mera sensibilidad, sin comprender el significado se echa a perder la vida. (GUERRA, 2016).
El puro instinto, sin discernimiento racional se vuelve el dominio del más fuerte, usando el recurso de la violencia.

c) Relación entre sexo y género: Entre lo dado y lo conformado

No son antagónicos sexo y género. El género es una dimensión constitutiva de la identidad narrativa del yo humano: no soy sin género. Los animales no poseen género en sentido propio. El género es una perfección exclusiva del ser humano, en cuanto sujeto espiritual, es decir: dotado de un psiquismo irreductible a sistemas materiales complejos.
Ser pareja significa entregarse, darse, pero también acoger, recibir. El problema empieza en qué es lo que uno entrega. Se entrega el cuerpo, el tiempo, el afecto, el futuro, se entrega el pasado, todo lo que se es. La pareja es misterio de entrega y de acogida. Lo que significa que, entre más perfecta sea la entrega y más perfecta la acogida, habrá menores dificultades.
“El género emerge en simultáneo con la propia capacidad libre y simbólica del yo, con la capacidad libre y simbólica de aquella persona o comunidad que arriesga –de modo tácito o explícito– una interpretación sobre mi identidad personal” (GUERRA, 2016)[1].
Una persona sólo puede entregar lo que es y lo que tiene. Muchas personas se casan pero tienen una ilusión de perspectiva. Esta ilusión les hace olvidar que se está acogiendo toda la vida de la otra persona; mientras que muchas personas no han conocido a fondo ni siquiera su propio pasado.
“En efecto, su sola instalación en el mundo, exhibe una consistencia definida y transtemporal que acompaña su identidad narrativa haciendo de ella un sujeto identificable, con un designador rígido preciso: su nombre propio. Dicho de otro modo, es imposible hablar de sujetos heterosexuales, gays, lesbianas, transexuales, etcétera, si el sujeto mismo se volatiliza y disuelve” (GAMSON, 2000).[2]
Se puede plantear otra manera de entender esta realidad: “El ser humano concreto sólo puede ser reconocido como un sujeto con diferenciación sexual y diferenciación de género simultáneas. Este binomio, en el plano de lo real se encuentra en una «relación insuprimible»” (GUERRA, 2016).
Rodrigo Guerra señala que hay tres posturas que han tratado de explicar lo que es género y sexo:
-      El género como hecho dado e inmodificable;
-      El género como hecho absolutamente plástico;
-   El género como epifenómeno abierto de la diferenciación sexual.

Analicemos estas posturas con más detalle:
1)    Se trata de algo dado por naturaleza y no se puede modificar. Esta postura ha sido funcional para la sociedad durante la mayor parte de la historia, pues el ser hombre o ser mujer se define en tanto que ayuda a resolver necesidades humanas. En el socio-biologismo, se considera al comportamiento en términos de eficiencia reproductiva de la especie. Según este enfoque, el ser humano no es libre porque está determinado a hacer ciertas cosas, o porque “siempre ha sido así y ha funcionado”.
A este planteamiento se le puede cuestionar su carácter meramente eficientista: la existencia de dos sexos y la vida en pareja reducen su valor al aspecto reproductivo. El valor de la alteridad no es distinto al de los seres irracionales.
Además, afirmar simplemente que “así ha sido siempre” es un discurso que permite calificar (y legitimar) cualquier cosa como normal, tradicional o histórica ya sea la discriminación, la pobreza, la guerra o la esclavitud.
2)    El segundo como algo absolutamente plástico propone que es un mero constructo social. La biología, las diferentes operaciones del sistema endócrino, las diferentes sinapsis; todo queda rebasado ante la afirmación de que el sexo biológico es distinto del sexo psicológico (el género).
En esta postura, se afirma que el género es independiente de la diferenciación sexual; opcional al grado que puede haber tantos géneros como el discurso requiera (lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, etc).
Como señala Judith Butler: “Si se impugna el carácter inmutable del sexo, quizá esta construcción llamada ‘sexo’ esté tan culturalmente construida como el género; de hecho, tal vez siempre fue género, con la consecuencia de que la distinción entre sexo y género no existe como tal” (BUTLER, 2007)[3].
Si el cuerpo es el lugar donde la cultura aterriza los significados que le da la diferencia sexual, ¿cómo distinguir qué aspectos de ese cuerpo están libres de imprint cultural, o sea de género? Para Martha Lamas no hay forma de responder a esta interrogante porque no hay cuerpo que no haya sido marcado por la cultura. El rechazo a la perspectiva que habla de lo natural o de una esencia (masculina o femenina) se fundamenta en ese reconocimiento (LAMAS, 1996)[4].
Cuando se desvincula el tema de género con el sexo, la propia relación de pareja se plantea como algo no natural, o no intrínseco al ser humano, y se niega que el otro represente una alteridad valiosa. Fue tanta la lucha por el criterio de homologación que no se alcanzó a matizar el tema de la diferencia.
Cabe cuestionar, además, si los hechos supuestamente naturales del sexo se producen a partir del discurso que defiende su “neutralidad” o su relatividad, ¿acaso no está al servicio de sus propios intereses políticos y sociales?. Veamos qué dice Monique Witting al respecto:
“Me gustaría recordar lo que dicen Marx y Engels en La ideología alemana sobre los intereses de clase. Dicen que cada nueva clase que lucha por el poder, para lograr su objetivo, debe presentar sus intereses como el interés común de todos los miembros de la sociedad, y que en el campo filosófico esta clase debe concebir su pensamiento como universal, presentarlo como el único razonable, el único universalmente válido.” (WITTING, 1993)[5]
La estrategia no podría ser más clara: para destruir al opresor sistema patriarcal primero hay que señalarlo como causante de todos los males, a fin de presentar la propuesta de la ideología de género como la única alternativa lógica, razonable o posible, para construir un orden social más justo. ¿De qué manera estorba la existencia de hombres y mujeres a ese orden? Lo hace en la medida en que esa diferencia es la base para la existencia de la familia.

d) La tercera propuesta como solución a la aporía

Queda por analizar la tercera opción; el género como epifenómeno abierto de la diferenciación sexual. No hay sexo sin género. Y no hay género sin sexo; porque son dos conceptos íntimamente relacionados. La propuesta apunta a una antropología basada en la igualdad y en la diferencia entre mujeres y hombres.
Como se mencionó al principio del presente capítulo, se consideran antagónicos sexo y género. Se procura conciliar el dato biológico como un elemento invariable, al tiempo que se reconoce que el dato cultural puede cambiar. No como algo plástico ni relativo, sino como un modelo de co-responsabilidad. La apuesta es por un modelo de igualdad como lo que nos distingue.
La relación entre sexo y género, no implica una guerra, sino una alianza. Propone una perspectiva de familia que se fundamenta en la interrelación entre los dos ámbitos. La corresponsabilidad responde a la pregunta del deber ser.
¿Cómo debe ser la relación con el otro? Tomando en cuenta que el otro es digno. Cuando comenzó la lucha por los derechos de las mujeres, el discurso más conservador advertía que la familia y la sociedad serían destruidas. La realidad ha demostrado que el voto femenino, su integración a la vida pública y laboral, no destruyeron la familia ni la sociedad. De igual manera, el hombre puede involucrarse más en la crianza de los hijos y el cuidado del hogar.
La vida privada y la vida pública son espacios que pueden pertenecer a hombres y mujeres por igual. Aquí se desbaratan dos discursos: el conservador que niega a la mujer una identidad fuera del ámbito doméstico y el falso progresismo, según el cual el varón se ve despojado de identidad al arrebatársele la exclusividad en la vida pública. Ni la mujer se masculiniza ni el hombre se feminiza. La identidad de género está más allá de los roles supuestamente asignados por una cultura; es biológica, psicológica, endócrina, social y sexual.
Así que la persona es la norma. El criterio no es la homologación; sino la diferenciación respetando la dignidad dual del ser hombre y ser mujer. El valor de la persona como ser individual, portador de una dignidad y un derecho propios, supone el valor de toda la humanidad. Y toda la humanidad supone el valor de una persona. No es intercambiable, ni cuantificable. El hombre y la mujer son dignos y suponen un fin en sí mismos. La noción de persona es la dignidad que supone que no podemos instrumentalizar.
Lo que supone, este modelo de interdependencia, es una visión personalista sexuada. Que se es hombre y se es mujer: ser hombre es irreductible a ser hombre y viceversa. No podemos instrumentalizamos. Si son igualmente dignos pero son diferentes. No se trata de justicia conmutativa, sino una apuesta de justicia distributiva.
El feminismo de género plantea un problema ahí donde hay una solución, una lucha donde hay una alianza, y una negación en donde el ser se afirma en plenitud. El problema del feminismo de género es que se ha concebido como un sistema cerrado contra el cual no hay forma de argumentar. No puede apelarse a la naturaleza, ni a la razón, ni a la experiencia, o las opiniones y deseos de mujeres reales, puesto que según sus defensoras todo esto estaría “socialmente construido”.
No importa cuánta evidencia se acumule contra sus ideas; las feministas de tercera ola denunciarán siempre la lucha de sexos como una expresión de la lucha de clases. Continuarán insistiendo en que los hombres han construido una gran conspiración contra las mujeres, que es la causa de todas sus desigualdades.
“La categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual, en la cual los hombres se apropian de la reproducción y la producción de las mujeres, así como de sus personas físicas por medio de un contrato que se llama contrato de matrimonio. Comparemos este contrato con el contrato que vincula a un trabajador con su empresario”. (WITTING, 1992: 27)
Monique Witting plantea de manera explícita que el matrimonio es una forma de explotación legal y cultural, a través de la cual el hombre se apropia de la mujer y su producto (los hijos). Reducida a una categoría de fábrica, o de mercancía, la única alternativa de liberación femenina, sería la eliminación de aquello que la premie y cosifica; esto es, el matrimonio, los hijos y la familia.
Lo que sí es cierto y fácilmente comprobable, es que todavía existen muchas personas que quizá por falta de información, siguen defendiendo esta forma de trabajar por la igualdad.
Es necesario dar a conocer el pensamiento que hay detrás de esta perspectiva de género, que cada vez tiene mayor presencia, y da lugar a un intenso debate entre pedagogos, educadores y políticos comprometidos con la difusión de la ideología de género en las escuelas, enfrentados a las asociaciones de padres de familia, educadores y grupos políticos que se oponen a la inclusión de esos contenidos en la educación básica. Basta revisar algunos materiales educativos difundidos en países como México y España, en los colegios y en las universidades[6].






[1] Rodrigo Guerra López es Doctor en Filosofía por la Academia Internacional de Filosofía en el Principado de Liechtenstein. Ha realizado estudios en la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania); obtuvo el Postgrado en Humanismo Universitario por la Universidad Iberoamericana (Golfo-Centro); el Diplomado en Gestión Integral de Proyectos por Infinita S.C.; y la Licenciatura en Filosofía por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Se ha desempeñado como Coordinador de la Maestría en Filosofía de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla; como Coordinador Académico del Instituto Pontificio Juan Pablo II (Ciudad de México); y como Catedrático del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, de la Universidad Autónoma de Querétaro, de la Universidad Anáhuac, de la Universidad Iberoamericana y de la Universidad Panamericana.
[2] Joshua Gamson es Sociólogo por el Swarthmore College. Realizó su maestría y doctorado en la Universidad de California en Berkeley. Actualmente es profesor de sociología de la cultura popular, Sexo y sexualidades, Introducción a la Sociología y Trabajo de campo en Sociología en la Universidad de San Francisco, California..
[3] Judith Butler es una filósofa post-estructuralista que actualmente ocupa la cátedra Maxine Elliot de Retórica, Literatura comparada y Estudios de la mujer, en la Universidad de California, Berkeley, tras haber sido profesora en la Universidad de Wesleyan de Ohio y Johns Hopkins. Es una de las principales teóricas en el campo del feminismo, la Teoría Queer, la filosofía política y la ética desde el feminismo.
[4] Marta Lamas Encabo (Ciudad de México, 1947) es antropóloga y catedrática de ciencias políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y profesora/investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México adscrita al Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG). En 1992, cofundó el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE)
[5] Monique Wittig (1935-2003) fue una escritora francesa y teórica feminista, especialmente como precursora y teórica del lesbofeminismo. cuya principal aportación es el entendimiento de la heterosexualidad como un régimen político y no como una preferencia, práctica, orientación u opción sexual. El lesbofeminismo postula el concepto heteropatriarcado, que hace referencia a que el sistema patriarcal se sustenta mediante la heterosexualidad.
[6] En el Distrito Federal (actualmente Ciudad de México) se elaboró el libro “Tu futuro en Libertad”, destinado a su distribución gratuita en las escuelas públicas y privadas. La distribución se canceló debido a la controversia que generó y a que sus contenidos se consideraron ajenos a los planes de estudio aprobados. El libro está disponible para su lectura y descarga en el enlace http://www.afluentes.org/wp-content/uploads/tufuturoenlibertad.pdf