lunes, 17 de noviembre de 2014

Filosofía... ¿una profesión de hippies?


Un profesor argentino Alejandro Vigo nos explicaba: el trabajo del filósofo no consiste en discutir simplemente cuestiones políticas o culturales, en una charla de café, sólo para impresionar. El filósofo desempeña un trabajo que implica disciplina, orden, rigor, constancia como cualquier otra profesión: como el arquitecto, el médico o el ingeniero.

Cada frase debe estar sustentada, fundamentada y bien terminada. Para el filósofo importan los puntos y seguidos, las comas, las mayúsculas y los acentos. No es cosa baladí que el autor se esmere en cuidar los detalles; las citas bien hechas. 

La profesión filosófica también requiere el arte de argumentar, distinguir las falacias lógicas, evitar sustentar una frase con la mera experiencia personal para llegar a los universales. El filósofo no fabrica un mundo de las ideas que no tiene nada que ver con la realidad; sino justamente al revés: percibe un problema concreto y busca el porqué o la causa universal que no sólo explica ese caso, sino varios. 

Conocer algo de historia es imprescindible para quien quiera opinar sobre el tema. "Y sin embargo se mueve…" jamás lo dijo Galileo, y tampoco fue quemado en una hoguera; la teoría de Maltus fue superada tanto por economistas como sociólogos posteriores a él; Darwin dejó varios eslabones perdidos; Freud no logró demostrar cuantitativamente sus experimentos; Colón no pretendía llegar a América, la teoría de Compte no explica del todo las realidad mítica-religiosa y filosóficas en la actualidad; Rousseau partió de un supuesto contrario al sentido común; el comunismo de Marx murió por muerte natural; Copérnico no logró probar matemáticamente su teoría heliocéntrica en su momento; la teoría de Newton se desmintió en el universo a nivel micro y macro. Y así podría seguir con varios genios que cambiaron nuestra historia pero que no fueron científicos en su sentido más pleno y estricto.

Mi propuesta no es meramente académica. No pretendo que todos escriban bajo el esquema aprobado por una burocracia intelectual del paper. Si todos fueran evaluados así, los diálogos de Platón, los escritos de Cicerón y el Génesis estarían reprobados bajo este dictamen riguroso, unívoco y convencional. El ensayo, el cuento, el mito y demás estilos son válidos porque explican una cuestión invisible pero tan real con el recurso de la imaginación. Toda la mitología griega, el cine y la poesía utilizaron el recurso de la metáfora para entender la complejidad de las pasiones, la muerte y la moral del ser humano. 

Enseña Aristóteles que la ciencia es un conocimiento cierto por las causas[1]; la ciencia experimental desde la causalidad próxima o experimental; la sabiduría desde la metáfora. El anciano, el místico y el poeta son quienes mejor nos explican el misterio de la vida, el universo y de nosotros mismos. Leer, evaluar, reflexionar; y sobre todo escuchar a un autor o a un interlocutor se torna más significativo dar una opinión políticamente correcta, ideológica o meramente personal y; ésta es justamente la tarea del filósofo.















[1] Aristóteles, Metafísica, 981 b, 25-30.