Muchos piensan: ¡No necesito a Dios, me basto a mí mismo
para ser bueno y dichoso en esta vida que es lo único que tengo! Otros dicen:
los seres humanos no necesito una religión, es decir, estar unidos a Dios para
actuar bien. Ambos están de acuerdo que sólo los débiles de mente o de carácter
creen o necesitan de un Dios. Como ya bien decía Nietzsche: la moral de los
cristiano es una moral de los débiles.
Sin embargo, Dios no es creación mental de nuestros anhelos
o sentimientos vacíos. En la naturaleza vemos orden, tendencias e información
que descartan la idea que todo provino del azar, la casualidad, la nada o el
absurdo. Si hay orden tuvo que haber un autor de este orden. Los antiguos griegos llegaron a esta conclusión
una vez que dejaron de pensar con base en la magia, la superstición y
comenzaron a utilizar su razón.
Para Sócrates el monoteísmo justificaba la existencia de la
justicia después de la muerte, pues no podía creer que la injusticia de los
hombres de su tiempo se quedara sin una respuesta. También Kant afirma que las
estrellas del cielo y la moral en su corazón reclamaban la existencia de Dios.
Ahora bien, ¿es posible que alguien crea en Dios y tenga el deseo de actuar correctamente para formar su
propia religión?
Los grandes fundadores de las religiones más conocidas no se
declararon como objetos (o sujeto en este caso) de la verdad sino meros guías a la verdad. Mahoma se declaró profeta,
Buda se conoce como un sabio, pero sólo Jesucristo se declara Dios. Sólo Cristo afirma que Él es el
camino, la Verdad y la Vida, y eso le acarreó incluso la muerte. Ésta enseñanza de Jesucristo no
tuvo buena aceptación por los judíos ni los romanos.
Como vemos, así como Dios no es un invento de la mente, la
religión tampoco es un invento de las culturas: ¿Todas las religiones son lo
mismo porque Dios es el mismo? La respuesta es no. Debemos examinar las razones
y justificaciones que cada una tiene para afirmar su validez.
Para las religiones orientales buscan una espiritualidad sin
Dios y los acuden al fundamentalismo (violencia o proselitismo agresivo) para afirmar sus ideas como
única y totalmente verdaderas.Jesucristo afirma que Él es la verdad, pero también lo demuestra su autoridad, palabras, hechos, milagros y muerte.
Ahora bien, ¿por qué es importante diferenciar entre los
cultos verdaderos y los falsos? Por los hechos. Como dice “por sus obras los
conocerán”. Así como podemos acceder a Dios por medio de las creaturas (o
hechos visibles); así también conocemos la veracidad de una religión por sus frutos
(o hechos morales).
Los frutos de Cristo en la iglesia primitiva dejaron huella;
la sangre de los primeros cristianos, el testimonio de los mártires y el amor
que se tenían entre ellos transformó todo el imperio romano, griego y judío
hasta nuestros días.
Ahora bien, estos hechos tristemente contrastan con lo que
vemos en nuestro entorno actual de México donde los frutos del cristianismo
son: superstición, paganismo, exaltación de los vicios, meros ritos,
tradiciones y burocracia.
En México, y en general en latinoamérica se dicen "Católico"
por tradición o por medio de una repetición de ritos. Esto incluye desde hacer
fiestas de santo patrono con balazos y borracheras (el alcoholismo es fuente de
pobreza) hasta optar por prácticas religiosas que aprueben la violencia, como
el culto a Malverde y a la Santa Muerte, muestra una relación con Dios sino más
bien con los vicios. Las personas vulnerables y poco preparadas están propensas a dejarse engañar por grupos de
extorsionadores como "pare de Sufrir" o unirse a cultos destructivos
como "Nueva Jerusalén".
¿Todas las religiones son lo mismo? No. Vivir una fe
auténtica en un Dios vivo y encarnado en Jesucristo nos exige vivir esta fe con obras y éstas
obras conforme la justicia, el diálogo, la verdad; y no conforme a la
violencia, los vicios, la injusticia.