miércoles, 24 de mayo de 2017

Sexo y género a debate


Hace poco algunas personas plantearon la aporía del naturaleza: ¿la naturaleza impone, dictamina o se construye, evoluciona? O en otras palabras, ¿la naturaleza es fija e inmodificable o absolutamente plástica o constructiva?  Y es que al hablar de la naturaleza, y en concreto de la naturaleza humana, nos adentramos en terrenos que implican la libertad. La libertad de elegir o de “identificarse” con el otro sexo. Muchas veces recurren a la analogía, ya usada por lo ingleses, “de estar atrapado en el cuerpo de una mujer o de un hombre; y viceversa”.

Históricamente, se ha planteado esta aporía de modo antagónico: unos afirman que ser hombre o ser mujer se define en términos de eficiencia, o “porque siempre ha sido y ha funcionado”. Basado en premisas dadas e inmodificables; la otra como una opción abierta y construida.  ¿Es el ser humano un ser acabado inmutable, fijo y determinad? O por el contrario, ¿es un ser en constante búsqueda de su yo?

Para plantear esta cuestión, que efectivamente, es compleja, dinámica y cambiante, debemos establecer: qué entendemos a) por sexo; b) por género; c) y la relación entre ellos; y finalmente d) la solución de esta aporía.

A) Qué entendemos por sexo

Durante siglos se creyó que el sexo era accidental a la persona y se ha discutido si el sexo es accidental a la persona, o forma parte de su identidad. La identificación es fenotípica por la totalidad observable. El fenotipo estaba centrado en los órganos genitales externos.
Ahora se sabe que la identidad sexual es algo profundo. Por ejemplo, por el tipo de letra se puede identificar si una persona es varón o mujer. Así surgió la grafoscopía. Se ha descubierto que los hombres segmentan sus vivencias en compartimientos, mientras que en las mujeres la vivencia de los problemas es total.
“El impulso sexual de cada persona se desarrolla a partir de un fundamento somático pero penetra muy profundamente en la psique y en su emotividad específica e, incluso, en la misma espiritualidad del hombre” (WOJTYLA, 2011).
El sexo no sólo reside en los órganos sexuales externos, sino en el modo de pensar, sentir, y hablar. No existe ser humano que no esté marcado sexualmente. Pensar, escribir, decidir son distintos según se trate de un hombre o mujer. Nada es neutral. Es una perfección transversal del psiquismo, de la vida social. Nada hay neutralizado. La diferencia entre varón y mujer opera en diferentes modalidades.
Lo humano no acontece asexuado. La persona humana es un ser sexuado «ab initio», desde su origen y en toda dimensión y nivel. Lo realmente existente es este varón, esta mujer, aquí y ahora (GUERRA, 2016).
¿Qué supone que la esencia humana se desarrolla como esencialmente masculina o como esencialmente femenina? Una cierta subjetividad que supone una verdad, y una forma de concebir el mundo. Encuentro a otro, que me dice algo de mí, pero hay una subjetividad compartida. Hay ciertas generalidades.
La experiencia sobre quién soy madura al descubrir una alteridad que se contra-distingue de mi yo. Aunque existe una identidad cualitativa, la diversidad corpórea, cultural y psíquica entre hombre y mujer no ofrece simplemente otro yo, sino otro que si bien es otro-yo no está configurado exactamente igual al mío. Hay una relación pero no puede verse homologado.
“La identidad del yo incluye como perfección transversal, trascendental si se quiere, la sexualidad masculina o la sexualidad femenina: todas las dimensiones del yo –cuerpo, psiquismo, lenguaje, historia, etc.– se encuentran atravesadas por una determinada diferenciación sexual originaria” (GUERRA, 2016).
Cualquier consideración que hagamos sobre el género y el sexo debe suponer la libertad, pues ésta es una característica esencial del ser persona. “El sexo es en cierto sentido «constitutivo de la persona» no sólo es un «atributo de la persona». Esto demuestra lo profundamente que el hombre, con toda su soledad espiritual, con la unicidad e irrepetibilidad propia de la persona, está constituido por el cuerpo como «él» o «ella»” (WOJTYLA, 2011).

b) Qué entendemos por Género

Freud postuló que la satisfacción sexual se puede tener con cualquier cosa, que el instinto sexual es plástico. La preferencia sexual es el modo de satisfacción de este instinto y puede ser educado. El humano, es el único animal capaz de posponer el instinto, porque tiene otras capacidades. La razón, poco a poco, descubre motivos superiores al instinto por los que vale la pena posponerlo.
Cuando se presentan esos otros motivos, se da una sublimación, que canaliza el instinto pero no lo niega; entonces ocurre la conquista del corazón de otro. La vida sexual humana se vuelve apasionante, se usa la razón y se descubre el significado, que se vuelve valiosísimo.
La vida sexual humana no es igual que la del animal. El erotismo posee un significado complejo. En la sexualidad humana todo tiene significado, desde un beso hasta el acto sexual. Todo lo dado y constitutivo del yo se manifiesta de modo personal, es decir, a través de «mi» cuerpo, «mi» inteligencia, «mi» voluntad. Cuando se vive la sexualidad en la mera sensibilidad, sin comprender el significado se echa a perder la vida. (GUERRA, 2016).
El puro instinto, sin discernimiento racional se vuelve el dominio del más fuerte, usando el recurso de la violencia.

c) Relación entre sexo y género: Entre lo dado y lo conformado

No son antagónicos sexo y género. El género es una dimensión constitutiva de la identidad narrativa del yo humano: no soy sin género. Los animales no poseen género en sentido propio. El género es una perfección exclusiva del ser humano, en cuanto sujeto espiritual, es decir: dotado de un psiquismo irreductible a sistemas materiales complejos.
Ser pareja significa entregarse, darse, pero también acoger, recibir. El problema empieza en qué es lo que uno entrega. Se entrega el cuerpo, el tiempo, el afecto, el futuro, se entrega el pasado, todo lo que se es. La pareja es misterio de entrega y de acogida. Lo que significa que, entre más perfecta sea la entrega y más perfecta la acogida, habrá menores dificultades.
“El género emerge en simultáneo con la propia capacidad libre y simbólica del yo, con la capacidad libre y simbólica de aquella persona o comunidad que arriesga –de modo tácito o explícito– una interpretación sobre mi identidad personal” (GUERRA, 2016)[1].
Una persona sólo puede entregar lo que es y lo que tiene. Muchas personas se casan pero tienen una ilusión de perspectiva. Esta ilusión les hace olvidar que se está acogiendo toda la vida de la otra persona; mientras que muchas personas no han conocido a fondo ni siquiera su propio pasado.
“En efecto, su sola instalación en el mundo, exhibe una consistencia definida y transtemporal que acompaña su identidad narrativa haciendo de ella un sujeto identificable, con un designador rígido preciso: su nombre propio. Dicho de otro modo, es imposible hablar de sujetos heterosexuales, gays, lesbianas, transexuales, etcétera, si el sujeto mismo se volatiliza y disuelve” (GAMSON, 2000).[2]
Se puede plantear otra manera de entender esta realidad: “El ser humano concreto sólo puede ser reconocido como un sujeto con diferenciación sexual y diferenciación de género simultáneas. Este binomio, en el plano de lo real se encuentra en una «relación insuprimible»” (GUERRA, 2016).
Rodrigo Guerra señala que hay tres posturas que han tratado de explicar lo que es género y sexo:
-      El género como hecho dado e inmodificable;
-      El género como hecho absolutamente plástico;
-   El género como epifenómeno abierto de la diferenciación sexual.

Analicemos estas posturas con más detalle:
1)    Se trata de algo dado por naturaleza y no se puede modificar. Esta postura ha sido funcional para la sociedad durante la mayor parte de la historia, pues el ser hombre o ser mujer se define en tanto que ayuda a resolver necesidades humanas. En el socio-biologismo, se considera al comportamiento en términos de eficiencia reproductiva de la especie. Según este enfoque, el ser humano no es libre porque está determinado a hacer ciertas cosas, o porque “siempre ha sido así y ha funcionado”.
A este planteamiento se le puede cuestionar su carácter meramente eficientista: la existencia de dos sexos y la vida en pareja reducen su valor al aspecto reproductivo. El valor de la alteridad no es distinto al de los seres irracionales.
Además, afirmar simplemente que “así ha sido siempre” es un discurso que permite calificar (y legitimar) cualquier cosa como normal, tradicional o histórica ya sea la discriminación, la pobreza, la guerra o la esclavitud.
2)    El segundo como algo absolutamente plástico propone que es un mero constructo social. La biología, las diferentes operaciones del sistema endócrino, las diferentes sinapsis; todo queda rebasado ante la afirmación de que el sexo biológico es distinto del sexo psicológico (el género).
En esta postura, se afirma que el género es independiente de la diferenciación sexual; opcional al grado que puede haber tantos géneros como el discurso requiera (lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, etc).
Como señala Judith Butler: “Si se impugna el carácter inmutable del sexo, quizá esta construcción llamada ‘sexo’ esté tan culturalmente construida como el género; de hecho, tal vez siempre fue género, con la consecuencia de que la distinción entre sexo y género no existe como tal” (BUTLER, 2007)[3].
Si el cuerpo es el lugar donde la cultura aterriza los significados que le da la diferencia sexual, ¿cómo distinguir qué aspectos de ese cuerpo están libres de imprint cultural, o sea de género? Para Martha Lamas no hay forma de responder a esta interrogante porque no hay cuerpo que no haya sido marcado por la cultura. El rechazo a la perspectiva que habla de lo natural o de una esencia (masculina o femenina) se fundamenta en ese reconocimiento (LAMAS, 1996)[4].
Cuando se desvincula el tema de género con el sexo, la propia relación de pareja se plantea como algo no natural, o no intrínseco al ser humano, y se niega que el otro represente una alteridad valiosa. Fue tanta la lucha por el criterio de homologación que no se alcanzó a matizar el tema de la diferencia.
Cabe cuestionar, además, si los hechos supuestamente naturales del sexo se producen a partir del discurso que defiende su “neutralidad” o su relatividad, ¿acaso no está al servicio de sus propios intereses políticos y sociales?. Veamos qué dice Monique Witting al respecto:
“Me gustaría recordar lo que dicen Marx y Engels en La ideología alemana sobre los intereses de clase. Dicen que cada nueva clase que lucha por el poder, para lograr su objetivo, debe presentar sus intereses como el interés común de todos los miembros de la sociedad, y que en el campo filosófico esta clase debe concebir su pensamiento como universal, presentarlo como el único razonable, el único universalmente válido.” (WITTING, 1993)[5]
La estrategia no podría ser más clara: para destruir al opresor sistema patriarcal primero hay que señalarlo como causante de todos los males, a fin de presentar la propuesta de la ideología de género como la única alternativa lógica, razonable o posible, para construir un orden social más justo. ¿De qué manera estorba la existencia de hombres y mujeres a ese orden? Lo hace en la medida en que esa diferencia es la base para la existencia de la familia.

d) La tercera propuesta como solución a la aporía

Queda por analizar la tercera opción; el género como epifenómeno abierto de la diferenciación sexual. No hay sexo sin género. Y no hay género sin sexo; porque son dos conceptos íntimamente relacionados. La propuesta apunta a una antropología basada en la igualdad y en la diferencia entre mujeres y hombres.
Como se mencionó al principio del presente capítulo, se consideran antagónicos sexo y género. Se procura conciliar el dato biológico como un elemento invariable, al tiempo que se reconoce que el dato cultural puede cambiar. No como algo plástico ni relativo, sino como un modelo de co-responsabilidad. La apuesta es por un modelo de igualdad como lo que nos distingue.
La relación entre sexo y género, no implica una guerra, sino una alianza. Propone una perspectiva de familia que se fundamenta en la interrelación entre los dos ámbitos. La corresponsabilidad responde a la pregunta del deber ser.
¿Cómo debe ser la relación con el otro? Tomando en cuenta que el otro es digno. Cuando comenzó la lucha por los derechos de las mujeres, el discurso más conservador advertía que la familia y la sociedad serían destruidas. La realidad ha demostrado que el voto femenino, su integración a la vida pública y laboral, no destruyeron la familia ni la sociedad. De igual manera, el hombre puede involucrarse más en la crianza de los hijos y el cuidado del hogar.
La vida privada y la vida pública son espacios que pueden pertenecer a hombres y mujeres por igual. Aquí se desbaratan dos discursos: el conservador que niega a la mujer una identidad fuera del ámbito doméstico y el falso progresismo, según el cual el varón se ve despojado de identidad al arrebatársele la exclusividad en la vida pública. Ni la mujer se masculiniza ni el hombre se feminiza. La identidad de género está más allá de los roles supuestamente asignados por una cultura; es biológica, psicológica, endócrina, social y sexual.
Así que la persona es la norma. El criterio no es la homologación; sino la diferenciación respetando la dignidad dual del ser hombre y ser mujer. El valor de la persona como ser individual, portador de una dignidad y un derecho propios, supone el valor de toda la humanidad. Y toda la humanidad supone el valor de una persona. No es intercambiable, ni cuantificable. El hombre y la mujer son dignos y suponen un fin en sí mismos. La noción de persona es la dignidad que supone que no podemos instrumentalizar.
Lo que supone, este modelo de interdependencia, es una visión personalista sexuada. Que se es hombre y se es mujer: ser hombre es irreductible a ser hombre y viceversa. No podemos instrumentalizamos. Si son igualmente dignos pero son diferentes. No se trata de justicia conmutativa, sino una apuesta de justicia distributiva.
El feminismo de género plantea un problema ahí donde hay una solución, una lucha donde hay una alianza, y una negación en donde el ser se afirma en plenitud. El problema del feminismo de género es que se ha concebido como un sistema cerrado contra el cual no hay forma de argumentar. No puede apelarse a la naturaleza, ni a la razón, ni a la experiencia, o las opiniones y deseos de mujeres reales, puesto que según sus defensoras todo esto estaría “socialmente construido”.
No importa cuánta evidencia se acumule contra sus ideas; las feministas de tercera ola denunciarán siempre la lucha de sexos como una expresión de la lucha de clases. Continuarán insistiendo en que los hombres han construido una gran conspiración contra las mujeres, que es la causa de todas sus desigualdades.
“La categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual, en la cual los hombres se apropian de la reproducción y la producción de las mujeres, así como de sus personas físicas por medio de un contrato que se llama contrato de matrimonio. Comparemos este contrato con el contrato que vincula a un trabajador con su empresario”. (WITTING, 1992: 27)
Monique Witting plantea de manera explícita que el matrimonio es una forma de explotación legal y cultural, a través de la cual el hombre se apropia de la mujer y su producto (los hijos). Reducida a una categoría de fábrica, o de mercancía, la única alternativa de liberación femenina, sería la eliminación de aquello que la premie y cosifica; esto es, el matrimonio, los hijos y la familia.
Lo que sí es cierto y fácilmente comprobable, es que todavía existen muchas personas que quizá por falta de información, siguen defendiendo esta forma de trabajar por la igualdad.
Es necesario dar a conocer el pensamiento que hay detrás de esta perspectiva de género, que cada vez tiene mayor presencia, y da lugar a un intenso debate entre pedagogos, educadores y políticos comprometidos con la difusión de la ideología de género en las escuelas, enfrentados a las asociaciones de padres de familia, educadores y grupos políticos que se oponen a la inclusión de esos contenidos en la educación básica. Basta revisar algunos materiales educativos difundidos en países como México y España, en los colegios y en las universidades[6].






[1] Rodrigo Guerra López es Doctor en Filosofía por la Academia Internacional de Filosofía en el Principado de Liechtenstein. Ha realizado estudios en la Universidad Católica de Eichstätt (Alemania); obtuvo el Postgrado en Humanismo Universitario por la Universidad Iberoamericana (Golfo-Centro); el Diplomado en Gestión Integral de Proyectos por Infinita S.C.; y la Licenciatura en Filosofía por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Se ha desempeñado como Coordinador de la Maestría en Filosofía de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla; como Coordinador Académico del Instituto Pontificio Juan Pablo II (Ciudad de México); y como Catedrático del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, de la Universidad Autónoma de Querétaro, de la Universidad Anáhuac, de la Universidad Iberoamericana y de la Universidad Panamericana.
[2] Joshua Gamson es Sociólogo por el Swarthmore College. Realizó su maestría y doctorado en la Universidad de California en Berkeley. Actualmente es profesor de sociología de la cultura popular, Sexo y sexualidades, Introducción a la Sociología y Trabajo de campo en Sociología en la Universidad de San Francisco, California..
[3] Judith Butler es una filósofa post-estructuralista que actualmente ocupa la cátedra Maxine Elliot de Retórica, Literatura comparada y Estudios de la mujer, en la Universidad de California, Berkeley, tras haber sido profesora en la Universidad de Wesleyan de Ohio y Johns Hopkins. Es una de las principales teóricas en el campo del feminismo, la Teoría Queer, la filosofía política y la ética desde el feminismo.
[4] Marta Lamas Encabo (Ciudad de México, 1947) es antropóloga y catedrática de ciencias políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y profesora/investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México adscrita al Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG). En 1992, cofundó el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE)
[5] Monique Wittig (1935-2003) fue una escritora francesa y teórica feminista, especialmente como precursora y teórica del lesbofeminismo. cuya principal aportación es el entendimiento de la heterosexualidad como un régimen político y no como una preferencia, práctica, orientación u opción sexual. El lesbofeminismo postula el concepto heteropatriarcado, que hace referencia a que el sistema patriarcal se sustenta mediante la heterosexualidad.
[6] En el Distrito Federal (actualmente Ciudad de México) se elaboró el libro “Tu futuro en Libertad”, destinado a su distribución gratuita en las escuelas públicas y privadas. La distribución se canceló debido a la controversia que generó y a que sus contenidos se consideraron ajenos a los planes de estudio aprobados. El libro está disponible para su lectura y descarga en el enlace http://www.afluentes.org/wp-content/uploads/tufuturoenlibertad.pdf

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