jueves, 21 de octubre de 2010

10 normas de la gente “bien”

Si bien es cierto que la convivencia puede ser difícil, mucho de esto se debe a que a veces hacemos o dejamos de hacer cosas que facilitan o entorpecen una convivencia agradable. Evitar fumar en zonas cerradas o públicas se convirtió en ley, precisamente por la falta de evidencia por parte de los fumadores, en quienes la costumbre y su falta de control, los ciegan a ver con claridad el daño y lo desagradable que resulta estar juntar a ellos.

¿Qué es lo que hay de evidente o natural en las normas de conducta social y por qué a veces es tan difícil de lograrlo?, ¿cómo podríamos evitar pasar un mal rato en el trato con los demás sin dejar de ser quienes realmente somos?

Los hábitos de una educación informal, es decir, proveniente de la familia, la cultura, el clima, las amistades, el ambiente social y económica que nos inculcan desde pequeños no siempre son tan claros ni evidentes como se espera o esperamos de los demás, lo cual no es poca cosa a la hora de solicitarlo o demostrarlo y así evitar posibles conflictos, frustraciones y confusiones.

En efecto, el arte está en ambas partes, tanto en el que lo pide como en el que lo solicita, e incluso reconocer a la “gente bien educada”, no es sino simplemente, la gente que tiene tacto para detectar las necesidades de los demás, como para sugerirlas con claridad y desenfado. La “gente bien” pocas veces tiene que ver con el estatus social o económico de las personas. Lo que se necesita en más de las ocasiones es seguir ya una norma moral que proponía Kant: “Actúa como si tu norma de conducta fuera elevada a una norma universal”, es decir, actúa como quisieras que te trataran.

La sencillez y sinceridad de pedir o sugerir una necesidad es el primer paso que necesitamos para sentirnos cómodos dentro del ambiente cotidiano ya sea en la familia o en el trabajo. A continuación mencionaré diez básicas que no debemos olvidar:

  1. · Saludar amablemente a los compañeros;
  2. · Evitar comer en las oficinas o sorber las bebidas con el popote;
  3. · Preguntar si alguien le molesta tener la ventana abierta o cerrada;
  4. · No hablar mucho o muy fuerte;
  5. · No preguntar demasiadas cosas o cosas de la vida íntima de los demás;
  6. · Evitar sonarse la nariz enfrente de la gente;
  7. · Comer con la boca cerrada no muy rápido ni muy despacio;
  8. · Evitar temas relacionados con la comida a la hora de la comida;
  9. · Procurar bañarse de preferencia diario e intentar vestir propiamente;
  10. · Llevar las propias bebidas o algún aperitivo a la fiesta.

miércoles, 28 de abril de 2010

¿Dios: invisible o visible?


La semana de pascua fui a vivir una experiencia con Jesús. Estuvo intensa pero la disfruté y me pregunté varias cosas: ¿por qué las personas nos afanamos en ser ateos?

Esta es una pregunta interesante, porque solemos justificar nuestro ateísmo porque Dios es invisible, lejano y difuso.

La cuestión de la invisibilidad puede explicarse como una cuestión de actitud. Si nosotros de entrada nos cerramos a la posibilidad de constatar la presencia de Dios, cerramos automáticamente nuestra mente, es algo así como elegir de antemano a tu enemigo.

El corazón debe estar dispuesto a prestar oídos sin prejuicios ni objeciones heredadas. Un corazón atento puede constatar con palabras claras y sencillas de lo que Dios nos pide. El silencio es el primer paso, encontrarse con uno mismo es el primero miedo que debemos perder, esta confianza nos lleva a experimentar con certeza un amor similiar al de nuestros padres.

El segundo paso es realizar una lectura pausada de la Sagrada Escritura. El canto de los salmos es una vivencia de una gran misericordia a los hombres. Aquí es donde se comprende el primer mandamiento: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. La cuestión radica en un agradecimiento sincero de sentirse correspondido ante este primer amor experimentado, inmerecido por nuestra pequeñez.

Una vez hecho el diálogo entre Dios y nosotros, constatamos que Dios no es tan lejano. La presencia real y viva de Jesús en la Eucaristía radica en que ese regalo de amor es tan grande y tan inmenso que el alma se llena de alegría y se deja cuativar poco a poco, como un enamoramiento que se siente físicamente… Continuará.

martes, 20 de abril de 2010

El maravilloso mundo de la música

La música es el lugar de mi refugio, es donde puedo transportarme a otro mundo, un mundo donde sólo ha belleza, donde la armonía es su esencia, donde sólo estoy yo pero no me siento sola, donde la sensibilidad alcanza su más grande culmen y por lo tanto otorga de felicidad a quien lo aprecia. Donde sólo estamos ella y yo y no necesitamos a nadie más. Es un lugar donde el espíritu encuentra tranquilidad, donde ya no se necesita nada más.
Sólo ella me reconforta de los males, del sufrimiento y me dice: esta vida tiene sentido, el sentido que cada uno de los instrumentos otorgan a la pieza. Cada uno es necesario y oportuno. Nada sobra. Es un mundo perfecto donde existe una comunicación efectiva, reciprocidad conjunta y unanimidad. Es donde se encuentran no sólo 2 almas, sino más, variadas y distintas, todas ellas unidas por la tonalidad.
Dentro de la música uno se encuentra con el universo, con Dios. Es un camino de sensibilidad y por lo tanto de sentimientos desde el amor hasta el coraje; desde la paz hasta la ira, desde la alegría hasta la contemplación, es donde el intérprete se encarga de transmitir lo que el compositor quiso decir en otro tiempo.