viernes, 5 de septiembre de 2014

"El alcohol, el enemigo más querido"


Un vicio es un hábito malo.  El "mal" se dice de muchas maneras. El mal como privación: de la salud, (física y mental), del dinero, del empleo, de la confianza, etc... Incluso hablar de Dios de manera proselitista, egoísta y para la propia conveniencia ($) podría llamarse vicio; y ahí entraríamos en el polémico tema del sectarismo. Sin embargo, hoy quiero hablar de la cultura del alcohol en México.

Desde niños nos enseñan a festejar con el exceso: sacramentos y fiestas por igual hay comida, bebida y alimentos con azúcares en exceso. Los "15 años" es la celebración culmen e “inicio de la vida social”…  ¿o sea, de la vida social en alcohol? Lo cierto es que es la primera fiesta que ni tus padres ni familiares te lo prohíben.

Sin embargo, mi punto de vista no pretende ser puritano y maniqueo (quienes afirman que la materia es el origen de todo mal). El disfrutar una copa de vino tinto, o una cerveza en tiempo de calor no te hace alcohólico, como tampoco el comer tu platillo o tu helado favorito te hace un glotón, si comes y la disfrutas moderadamente.

Lo cierto es que este problema de salud pública es el número 1 en accidentes automovilísticos que teniendo la culpa o no, termina en millones de muertes alrededor del mundo y acarrea la pobreza. Un rico gasta aproximadamente 10 mil pesos al mes en alcohol; y un pobre gasta lo equivalente a la mitad de su sueldo que serviría para comprar zapatos a sus hijos.

Bien decían los griegos: la virtud está en no excederse: en el punto medio que no significa mediocridad.  Sin embargo, esto no es tan fácil, porque como bien dice San Josemaría, “si al cuerpo le das lo justo hace traición”. ¿Qué hacer? 

Para saber cómo actuar se debe reflexionar. Muchos niegan la problemática del alcohol, porque este exceso está tan metido y aceptado en nuestra sociedad, que hablar de ello es casi un tabú. Nadie se atrevería a medir las botellas de una boda, un fin de año en la empresa o hasta en una Primera Comunión. Tomar una o dos copas en tu boda sería hasta “ñoño” porque así lo ve la sociedad. Y como decían los romanos: vox populi, vox Dei. (La voz del pueblo es la voz de Dios).

Otros opinan que "saben tomar" y opinan que tomar de manera constante durante toda la noche es la mejor manera de disfrutar la vida; otros finalmente "chantajean" u obligan a otros a tomar para que no se sientan excluidos; y finalmente están los que el vicio los lleva a otros vicios: drogas, prostitución, juegos y apuestas...

A pesar de que haya a qué o a quién culpar,  el sentimiento que nunca falta es el de sentirse superiores o negar esa vulnerabilidad: “A mí no va a pasar” (tan común en las adolescentes embarazadas) “yo en cuanto quiero dejo el vicio”; o la más común la moral de los alcohólicos: “ mientas no le haga daño a los demás no hay pecado”; o la tan conocida: "la última y nos vamos". 

Me detengo por lo pronto en la de "no hacer daño a nadie". Yo me pregunto: ¿y no hay culpa en el mal que se le hace al propio hígado?, ¿y si manejo en ese estado hay por ahí una familia inocente que termine pagando mi vicio?, o como dicen los de televisa: ¿Qué le estás enseñando a tus hijos?... Y así la historia se repiten.

No hay comentarios:

Publicar un comentario