Capacidad, impulso, virtud. El amor tiene muchas connotaciones y debido a la complejidad que es tocar el tema de qué es amar y qué no, trataré de ser lo más esquemática posible.
Desde mi perspectiva, amar es un arte, es provocar en otras personas plenitud (física o espiritual) de manera plenamente consciente de lo que estamos haciendo. Amar no es algo sencillo; requiere el uso de sentidos, sentimientos, inteligencia y voluntad. Poniéndolo en perspectiva, todos somos capaces de amar; es sólo cuestión de aprender y practicar.
Amar tiene un lado oscuro: el dolor. Este lado del amor se considera así de negro porque los sentimientos se vuelven vulnerables. El deterioro del amor afectivo da lugar al predominio de los sentimientos contrarios: odio, aversión, tristeza, desesperación e ira. La presencia de estos sentimientos tiende a distanciar a las personas. En esta situación, resulta difícil que la sensualidad se siga orientando hacia la persona por la que se ha perdido el afecto.
Yo englobaría el repertorio de amor en tres grandes grupos: atracción, enamoramiento y trascendencia.
La primera es muy importante. Sin la alegría de la compañía, la utilidad que se proporcionan mutuamente, los anhelos de objetivos comunes y esos pequeños detalles de cariño y sensualidad, el amor fracasaría. Entran en este grupo los ideales, proyectos, ocupaciones, aficiones, intereses de carácter social, científico, político, etc.
Enamoramiento: Algunos no es están conscientes pero el don de sí mismo, en cuanto forma de amor, surge de lo profundo de la persona con una clara visión de los valores y una disponibilidad de la voluntad para entregarse precisamente de esta manera. Aquí no se distingue entre dar y recibir, ambas producen felicidad.
Y por último tenemos la trascendencia que es la capacidad de vivir el amor como hábito o virtud ejercida buscando vivir el amor hacia la otra persona donde el fundamento y sentido de ese amor se encuentra en un Ser superior ambos: Dios
El amor es una necesidad tan antigua como efectiva. Podemos hablar de conexión íntima entre amor y atracción sexual, suficiente o válida para instaurar el matrimonio o una relación duradera. La aparición del enamoramiento vino aparejada del surgimiento del hogar en un mundo industrializado, la división de trabajo entre los sexos y un requerimiento de perdurabilidad. Nuevas generaciones han acuñado otro término para acuñar las relaciones que implican la contingencia y acción frente a la seguridad y la eternidad del amor romántico. Incluyen al erotismo como un elemento decisivo del éxito o fracaso de la relación. Éste presupone la igualdad entre los sexos. No se basa en el matrimonio como institución legal o religiosa. Este amor no es necesariamente monógamo aunque las parejas consideran que así sea.
La libertad está hecha para el amor, pero ésta tiene tiene dos filos: la lucha entre el impulso sexual para la propia satisfacción y la búsqueda del bien para el otro. Si el amor no la emplea esta búsqueda, se convierte precisamente en algo negativo, y hace que el ser humano experimente una sensación de vacío, frustración e incluso odio.
El amor de voluntad sólo aparece cuando el ser humano compromete a la voluntad respecto de otro ser humano en cuanto persona. Semejante compromiso no consiste únicamente en desear con ansia, sino con el constante ejercicio de la vivencia del amor como virtud, porque la voluntad es una potencia creadora, capaz de sacar de sí misma el bien para darlo (benevolencia) e incluso buscar su bien infinito (trascendencia); y no sólo de asimilar un bien ya existente.
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