jueves, 12 de noviembre de 2009

Sanfermines


Se siente como tiembla el suelo. A lo lejos se comienzan a divisar los primeros corredores, varones todos, a excepción de una o dos mujeres valientes. Luego 3 vaquillas, más gente, otras 5 vaquillas y al final un toro veloz.

Me acerco velozmente al interior de la plaza, esquivo a otro borracho dormido en el suelo. Me trepo en el barandal y comienza la función. Gritos, emoción, adrenalina… Los gritos y entusiasmo de la multitud acompaña a los valientes en este peligroso deporte. Ya son 3 o 4 jóvenes y algunos no tan jóvenes a quien el toro lastima con sus cuernos. Desde lejos sólo parecen muñecos de goma que se caen, se voltean y luego vuelven a levantarse.

Otros desafían la violencia del toro y lo incitan con un pequeño golpe en el trasero o jalándoles la cola. Otro incluso logra saltar al animal completo y agradece a la multitud sus aplausos. La gente grita y se alborota cuando observa al toro irse contra diez o doce personas que aguardan a los costados de la plaza. Sólo se ve como se dispersan y al final de nuevo se observa el contraste de la audacia y valentía del hombre contra la violencia siempre bruta, determinante pero a la vez exitante del toro.

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