miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿Qué es una célula?




Redondeando las cifras, en el organismo humano hay unos 10 billones de células, distribuidas en unos 250 tipos (células nerviosas, sanguíneas, musculares, etc.).

Cada una es una verdadera maravilla e miniatura; contiene en su núcleo toda la información genética, que en los seres humanos se encuentra almacenada en porciones de ADN.

El ADN está estructurado en forma de doble hélice que contiene un azúcar (S), un fosfato (p), y una base nitrogenada (A, C, G, T) (aproximadamente tres mil millones) y vive, por así decirlo, su propia vida: recibe sustancias desde el exterior, las transforma para conseguir la energía que necesita, arroja fuera los desechos, fabrica los componentes que el organismo necesita y los exporta al lugar adecuado, se reproduce mediante procesos en los que, cada vez, el material genético se duplica y se divide. El funcionamiento de una sola célula es algo enormemente sofisticado.

La información está almacenada en la estructura del ADN, y se despliega de acuerdo con las necesidades del organismo, siguiendo planes preestablecidos que incluyen pasos muy sofisticados y una notable coordinación. La mayoría hace llegar la información a su destino a través de intermediarios. Después, en un proceso denominado transducción de señales, los receptores, que abarcan el espesor de la membrana, transmiten a su vez la información a una serie de emisarios intracelulares que, por fin las pasan a los ejecutores finales. Así todo el organismo se construye siguiendo la información contenida en el ADN.

Dicha organización es especialmente fuerte en los sistemas centrales que son substancias en sentido estricto, ya que poseen como un de su organización y, por tanto, una mayor unidad estructural y dinámica.Por lo tanto, se puede decir que informar o dar forma es proporcionar al ente un orden o una organización que le va a distinguir de otros y lo va a definir. Concepto vislumbrado también por Aristóteles.

Estos sistemas unitarios no son ni pura exterioridad ni pura interioridad. Entre estos dos aspectos de los sistemas naturales existe, además, una auténtica proporcionalidad.

Artigas (1999, p. 148)

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