miércoles, 11 de diciembre de 2013

¿El trabajo nos aliena o nos libera?

(Basada en la obra de Jutta Burggraf)

María: Como te iba diciendo Juan, nosotros experimentamos la libertad de levantarnos de buenas o de malas, entre mentir y ser sinceros, entre robar o ser honestos; así también podemos comunicar nuestros pensamientos a los demás.
Juan: Claro, como mencionabas en el interior se hallan la inteligencia y la voluntad.
María: Efectivamente, cada uno de nosotros estamos dotados para la vida en sociedad. La sociedad en última instancia es la manifestación de lo interior a los demás en régimen de reciprocidad”[1]. El lenguaje permite que se comparta este conocimiento, por eso antes de la escritura se transmitía por “tradición oral”.
Juan: ¿Nadie podría vivir solo aislado? A menos que sea un Dios o una bestia como decía Aristóteles… ¿Verdad?
María: No, nadie. El hombre está dotado para la vida en sociedad: su cuerpo le permite hablar, expresar lo que lleva en su mente. El lenguaje permite la educación y también la dirección. Así se educa a un niño: “haz esto”, “no hagas lo otro”.
Juan: En este caso el lenguaje sirve para mandar.
María: Sí, pero debes distinguir entre el mandato despótico que se les da a los niños o miembros inferiores; y el político que se les da a los iguales o seres libres, que es como se dirige una sociedad. La súplica sólo se le dirige a los superiores o a una acción; y sólo los instrumentos se usa a voluntad e inteligencia de su dueño.
Juan: Entonces, ¿todo esto de la trata de personas y la esclavitud no es legítimo porque se consideran las personas como cosas?
María: Efectivamente, el fenómeno de la esclavitud ocurre cuando un homo sapiens trata a los demás como si fueran solamente habilis, como si fueran seres sin logos, es decir, sin pensamiento o capacidad de crear.
Juan: ¿Pero entonces los empleados de una fábrica no son simplemente instrumentos de producción?, ¿es posible la subordinación entre los hombres sin esclavitud?
María: Sí. Siempre y cuando haya una finalidad común.
Juan: ¿Y cómo lograr este trabajo en común?
María: Primero hay que distinguir la política de la manufactura. El hacer político no transforma el objeto sino que forma seres libres. Los motivos y fines de la producción son meramente extrínsecos; en cambio en el gobierno son intrínsecos.
Juan: El lenguaje comunica el pensar, es decir, los pensamientos internos, ¿es correcto?
María: Efectivamente, el lenguaje establece una reciprocidad. No es despótica sino política. El lenguaje articula el trabajo en común. Mentir destruye el lenguaje, pero también destruye el trabajo en común.  “La acción de gobierno no consiste en imprimir la propia impronta en los demás, sino en activar las energías de los demás”[2].
Juan: Como en el producto que será mejor entre más uniformidad; en cambio ¿en los seres libres la motivación y la comunicación son esenciales?
María: Efectivamente, los empleados no sólo obedecen sino también pueden tener iniciativa. La acción de gobierno es una relación mutua: quien no se deja corregir no sabe mandar, y el que no sabe corregirse tampoco sabe obedecer. Mandar y obedecer son actos virtuosos y evitan la acción despótica[3].
Juan: Podemos decir entonces que: “Se gobierna para mejorar la motivación y la finalidad de las acciones de los seres humanos”[4].Por eso la acción de gobierno compete a todos los miembros de la sociedad, no sólo a los políticos. ¿Cierto?
María: Sí, todos: empresarios, maestros, jefes, líderes… Pero recuerda la colaboración se consigue mediante el lenguaje. Por eso, de poco sirve el diálogo con gente que no cumple su palabra. Otra virtud es la veracidad. Una sociedad en la que se miente, va mal. Unos gobernantes que mienten y falsifican, no son gobernantes, ejercen acciones despóticas”[5].
Juan: ¿Qué pasaría si todos mintieran?
María: Si la mayor parte de la gente fuera deshonesta e indigna de confianza, la posibilidad misma de una vista social pacífica y fructífera se vería amenazada. Esto ha llevado a algunos filósofos a señalar, con notable insistencia, que la mentira debilita la cohesión de la sociedad humana de una manera irreparable. La confianza es un elemento aquí fundamental. Michael de Montaigne sostuvo algo similar: "Al realizarse nuestro entendimiento únicamente por la palabra, aquel que falsea traiciona la relación pública".
Juan: Todo lo que has mencionado suena a una teoría muy elevada y profunda, ¿pero es tan necesaria en la vida práctica laboral?
María: Claro que sí. Sin la reflexión solo nos queda echar la culpa de nuestros males a las circunstancias, y comportarnos como instrumentos de producción, “víctimas de las estrategias empresariales para lograr el éxito”[6].
Juan: ¿Reflexionar para llegar a la verdad?
María: Sí, La verdad tiene que ver con el respeto a la persona. A una máquina no se le pregunta qué piensa. Morris ejemplifica con empleados y directivos:
a) preguntar a los colaboradores qué piensan de lo que hacemos (p. 43)
b) cultivar un entorno en el que la gente no tema decirnos la verdad (p. 43).
c) decir la verdad sobre lo que estamos haciendo juntos y buscarla con ellos (46).
Juan: ¿Qué tan necesario es decir la verdad?
María: El autor de The trust, Francis Fukuyama, lo ha demostrado ampliamente. En una economía de la información, la falta de verdad es fuente de despilfarro e ineficiencia. La confianza, en cambio es la base de una relación sólida entre empresarios y trabajadores, entre empresa y clientes.
Juan: La confianza implica decir y recibir la verdad sin que se convierta en rudeza, hipocresía o pura exterioridad. ¿Pero quien comparte la información veraz no pierde, digamos, un poco de su poder?
María: No. Es un error juzgar de ellas como si fueran objetos materiales que, al compartirlos, se acaban. El poder de la empresa en su conjunto aumenta el poder de sus miembros: por eso dar poder es ampliar el propio poder. Lo mismo ocurre con el conocimiento o el bien: son realidades que cuando se comparten aumentan. Jack Stack en su libro The Great Game of Bussiness explica la importancia de la verdad en el trabajo: “la verdad libera, da libertad a las personas para que den lo mejor de sí mismas” (p. 56).
Juan: Pero, bueno, muchas veces los políticos y nosotros tenemos esta misma tentación que pues una mentirilla es sólo una excepción que será útil, se obtendrá prestigio…
María: Una mentira engendra costumbre. Lo atestiguan Aristóteles y Terencio: “una falsedad camina tras los pasos de otra”. También Maquiavelo le advertía al Príncipe: “el que comienza viviendo de rapiñas, encontrará siempre pretextos para apoderarse de lo que no es suyo” (cap. 17).
Juan: La confianza de la que hablábamos se terminaría seguramente.
María: Exactamente. Pero vale la pena aclarar que: “No quiero decir que en todas las situaciones tengan que decirse todas las verdades; hay cosas que es mejor no decir. Tampoco estoy sugiriendo que no debamos mostrar siempre la mejor cara posible de las cosas”.
Juan: ¿Y una vez que hayamos cultiva la confianza gracias a la veracidad habremos alcanzado la excelencia?
María: Aún no. La excelencia se puede entender como: combate, competencia, cooperación y colaboración.
a) la relación combativa: movida por un espíritu de división y rivalidad. No se ayudan, entorpecen mutuamente su trabajo.
b) la relación competitiva: la actitud es de esfuerzo, pero orientado a ganar al rival. La competición puede ser vigorizante y productiva. Dice Ovidio: “un caballo nunca corre tanto como cuando hay otros caballos a los que dar alcance y superar” (p.87). Pero también puede ser factor de distracción: por una parte se mira el objetivo, pero por otra, al rival.
c) la relación cooperativa: tiene como base el acuerdo, y como característica la obediencia. Se coopera en la medida en que la coope­ra­ción es solicitada. Pero no hay un interés personal intrínseco al objetivo señalado por aquél que dirige. De lo que dice Morris se infiere que el que coopera actúa buena voluntad, pero por un logos ajeno.
d) la relación colaborativa: tiene como actitud básica el compañeris­mo. “Cuando colaboramos con otros nos asociamos, damos lo mejor de nosotros mismos y de lo que sabemos, lo mismo que nuestro compañero, y pensamos y actuamos de una forma que tal vez solos no habríamos conseguido” (p. 84).El resultado es algo más que la suma de las partes: hay sinergia.
Juan: ¿Cómo hacer realidad el trabajo colaborativo?
María: El ejemplo es el de Lauren Patch, creativo presidente de Ohio Casualty. La experiencia señala un método colaborativo: de todos y del jefe, sucesivamente:
a) Todos. “La colaboración requiere tomarse en serio las ideas de todas las personas […] tratarlos como individuos con mente, con una experiencia intelectual auténtica de la cual podemos beneficiarnos” (p. 89).
b) El jefe. “Esta colaboración debe estar guiada por el conocimiento de lo que requiere cada contexto competitivo y también por el sentido de cómo se necesita crecer. Es trabajo del jefe crear este horizonte de comprensión y apoyo” (p. 89).
c) Todos. “No hay ningún jefe que pueda hacerlo todo. El establecimiento de unas formas nuevas, colaborativas, de trabajar debe hacerse, dentro de los posible, en colaboración. Los socios[…] pueden llegar a adquirir el sentido del contexto competitivo [modelo 1], o del crecimiento comparativo necesario [modelo 2], un sentido que no podría lograrse fuera de la dinámica de la asociación y el compañerismo” (pp. 89-90).
d) El jefe. “En cualquier colaboración auténtica, un jefe será una persona que aprende, igual que cualquier otro socio de la empresa” (p. 90).
Juan: Entonces, el pensamiento colaborativo (modelo 3) requiere pensamiento com­pe­ti­ti­vo (modelo 1) y comparativo (modelo 2). Y éstos a su vez requieren de aquél.
María: Efectivamente, Tom Morris concluye: “Cuando consideramos los efectos potenciales de una concepción colaborativa de excelencia suprema, llegamos a aprender el poder de una idea, el impacto de una verdad y el papel que desempeña lo que pensamos en lo que hacemos. Las ideas sacuden al mundo” (p. 90).





[1] Polo, L., Ética, p. 78.
[2]Polo, L., Ética, p. 245.
[3]Polo, L., Ética, p. 249.
[4]Polo, L., Ética, p. 246.
[5]Polo, L., Ética, p. 250.
[6]Morris, T., Si Aristóteles, p. 12

No hay comentarios:

Publicar un comentario