(Basada en la obra de Jutta Burggraf)
María: Como te iba diciendo Juan, nosotros experimentamos la libertad de levantarnos de buenas o de malas, entre mentir y ser sinceros, entre robar o ser honestos; así también podemos comunicar nuestros pensamientos a los demás.
María: Como te iba diciendo Juan, nosotros experimentamos la libertad de levantarnos de buenas o de malas, entre mentir y ser sinceros, entre robar o ser honestos; así también podemos comunicar nuestros pensamientos a los demás.
Juan: Claro, como mencionabas en el interior se hallan la
inteligencia y la voluntad.
María: Efectivamente, cada uno de nosotros estamos dotados
para la vida en sociedad. La
sociedad en última instancia es la manifestación de lo interior a los demás
en régimen de reciprocidad”[1].
El lenguaje permite que se comparta este conocimiento, por eso antes de la
escritura se transmitía por “tradición oral”.
Juan: ¿Nadie
podría vivir solo aislado? A menos que sea un Dios o una bestia como decía
Aristóteles… ¿Verdad?
María:
No, nadie. El hombre está dotado para la vida en sociedad: su cuerpo le
permite hablar, expresar lo que lleva en su mente. El lenguaje permite la
educación y también la dirección. Así se educa a un niño: “haz esto”, “no hagas
lo otro”.
Juan: En este caso el lenguaje sirve para mandar.
María: Sí, pero debes distinguir entre el mandato despótico que
se les da a los niños o miembros inferiores; y el político que se les da a los
iguales o seres libres, que es como se dirige una sociedad. La súplica sólo se
le dirige a los superiores o a una acción; y sólo los instrumentos se usa a
voluntad e inteligencia de su dueño.
Juan: Entonces, ¿todo esto de la trata de personas y la
esclavitud no es legítimo porque se consideran las personas como cosas?
María: Efectivamente, el fenómeno de la esclavitud ocurre
cuando un homo sapiens trata a los
demás como si fueran solamente habilis,
como si fueran seres sin logos, es
decir, sin pensamiento o capacidad de crear.
Juan: ¿Pero entonces los empleados de una fábrica no son
simplemente instrumentos de producción?, ¿es posible la subordinación entre los
hombres sin esclavitud?
María: Sí. Siempre y cuando haya una finalidad común.
Juan: ¿Y cómo lograr este trabajo en común?
María: Primero hay que distinguir la política de la manufactura.
El hacer político no transforma el objeto sino que forma seres libres. Los
motivos y fines de la producción son meramente extrínsecos; en cambio en el
gobierno son intrínsecos.
Juan: El lenguaje comunica el pensar, es decir, los
pensamientos internos, ¿es correcto?
María: Efectivamente, el lenguaje establece una
reciprocidad. No es despótica sino política. El lenguaje articula el trabajo en
común. Mentir destruye el lenguaje, pero también destruye el trabajo en común. “La acción de gobierno no consiste en imprimir
la propia impronta en los demás, sino en activar las energías de los demás”[2].
Juan: Como en el producto que será mejor entre más uniformidad;
en cambio ¿en los seres libres la motivación y la comunicación son esenciales?
María: Efectivamente, los empleados no sólo obedecen sino
también pueden tener iniciativa. La acción de gobierno es una relación mutua: quien
no se deja corregir no sabe mandar, y el que no sabe corregirse tampoco sabe
obedecer. Mandar y obedecer son actos virtuosos y evitan la acción despótica[3].
Juan: Podemos decir entonces que: “Se gobierna para mejorar
la motivación y la finalidad de las acciones de los seres humanos”[4].Por eso
la acción de gobierno compete a todos los miembros de la sociedad, no sólo a
los políticos. ¿Cierto?
María: Sí, todos: empresarios, maestros, jefes, líderes…
Pero recuerda la colaboración se consigue mediante el lenguaje. Por eso, de
poco sirve el diálogo con gente que no cumple su palabra. Otra virtud es la
veracidad. Una sociedad en la que se miente, va mal. Unos gobernantes que
mienten y falsifican, no son gobernantes, ejercen acciones despóticas”[5].
Juan: ¿Qué pasaría si todos mintieran?
María: Si la mayor parte de la gente
fuera deshonesta e indigna de confianza, la posibilidad misma de una vista
social pacífica y fructífera se vería amenazada. Esto ha llevado a algunos
filósofos a señalar, con notable insistencia, que la mentira debilita la
cohesión de la sociedad humana de una manera irreparable. La confianza es un
elemento aquí fundamental. Michael de Montaigne sostuvo algo similar: "Al realizarse nuestro entendimiento únicamente por la palabra, aquel que
falsea traiciona la relación pública".
Juan: Todo lo que has mencionado suena a una teoría muy
elevada y profunda, ¿pero es tan necesaria en la vida práctica laboral?
María: Claro que sí. Sin la reflexión solo nos queda echar
la culpa de nuestros males a las circunstancias, y comportarnos como
instrumentos de producción, “víctimas de las estrategias empresariales para
lograr el éxito”[6].
Juan: ¿Reflexionar para llegar a la verdad?
María: Sí, La verdad tiene que ver con el respeto a la
persona. A una máquina no se le pregunta qué piensa. Morris ejemplifica con
empleados y directivos:
a) preguntar a los colaboradores qué piensan de lo que
hacemos (p. 43)
b) cultivar un entorno en el que la gente no tema decirnos
la verdad (p. 43).
c) decir la verdad sobre lo que estamos haciendo juntos y
buscarla con ellos (46).
Juan: ¿Qué tan necesario es decir la verdad?
María: El autor de The
trust, Francis Fukuyama, lo ha demostrado ampliamente. En una economía de
la información, la falta de verdad es fuente de despilfarro e ineficiencia. La
confianza, en cambio es la base de una relación sólida entre empresarios y
trabajadores, entre empresa y clientes.
Juan: La confianza implica decir y recibir la verdad sin que
se convierta en rudeza, hipocresía o pura exterioridad. ¿Pero quien comparte la
información veraz no pierde, digamos, un poco de su poder?
María: No. Es un error juzgar de ellas como si fueran
objetos materiales que, al compartirlos, se acaban. El poder de la empresa en
su conjunto aumenta el poder de sus miembros: por eso dar poder es ampliar el
propio poder. Lo mismo ocurre con el conocimiento o el bien: son realidades que
cuando se comparten aumentan. Jack Stack
en su libro The Great Game of Bussiness
explica la importancia de la verdad en el trabajo: “la verdad libera, da
libertad a las personas para que den lo mejor de sí mismas” (p. 56).
Juan: Pero, bueno, muchas veces los políticos y nosotros
tenemos esta misma tentación que pues una mentirilla es sólo una excepción que
será útil, se obtendrá prestigio…
María: Una mentira engendra costumbre. Lo atestiguan Aristóteles
y Terencio: “una falsedad camina tras los pasos de otra”. También Maquiavelo le
advertía al Príncipe: “el que comienza viviendo de rapiñas, encontrará siempre
pretextos para apoderarse de lo que no es suyo” (cap. 17).
Juan: La confianza de la que hablábamos se terminaría
seguramente.
María: Exactamente. Pero vale la pena aclarar que: “No
quiero decir que en todas las situaciones tengan que decirse todas las verdades;
hay cosas que es mejor no decir. Tampoco estoy sugiriendo que no debamos
mostrar siempre la mejor cara posible de las cosas”.
Juan: ¿Y una vez que hayamos cultiva la confianza gracias a
la veracidad habremos alcanzado la excelencia?
María: Aún no. La excelencia se puede entender como: combate,
competencia, cooperación y colaboración.
a) la relación combativa: movida por un espíritu de división
y rivalidad. No se ayudan, entorpecen mutuamente su trabajo.
b) la relación competitiva: la actitud es de esfuerzo, pero
orientado a ganar al rival. La competición puede ser vigorizante y productiva.
Dice Ovidio: “un caballo nunca corre tanto como cuando hay otros caballos a los
que dar alcance y superar” (p.87). Pero también puede ser factor de
distracción: por una parte se mira el objetivo, pero por otra, al rival.
c) la relación cooperativa: tiene como base el acuerdo, y
como característica la obediencia. Se coopera en la medida en que la cooperación
es solicitada. Pero no hay un interés personal intrínseco al objetivo señalado
por aquél que dirige. De lo que dice Morris se infiere que el que coopera actúa
buena voluntad, pero por un logos ajeno.
d) la relación colaborativa: tiene como actitud básica el
compañerismo. “Cuando colaboramos con otros nos asociamos, damos lo mejor de
nosotros mismos y de lo que sabemos, lo mismo que nuestro compañero, y pensamos
y actuamos de una forma que tal vez solos no habríamos conseguido” (p. 84).El
resultado es algo más que la suma de las partes: hay sinergia.
Juan: ¿Cómo hacer realidad el trabajo colaborativo?
María: El ejemplo es el de Lauren Patch, creativo presidente
de Ohio Casualty. La experiencia señala un método colaborativo: de todos y del
jefe, sucesivamente:
a) Todos. “La colaboración requiere tomarse en serio las
ideas de todas las personas […] tratarlos como individuos con mente, con una
experiencia intelectual auténtica de la cual podemos beneficiarnos” (p. 89).
b) El jefe. “Esta colaboración debe estar guiada por el
conocimiento de lo que requiere cada contexto competitivo y también por el
sentido de cómo se necesita crecer. Es trabajo del jefe crear este horizonte de
comprensión y apoyo” (p. 89).
c) Todos. “No hay ningún jefe que pueda hacerlo todo. El
establecimiento de unas formas nuevas, colaborativas, de trabajar debe hacerse,
dentro de los posible, en colaboración. Los socios[…] pueden llegar a adquirir
el sentido del contexto competitivo [modelo 1], o del crecimiento comparativo
necesario [modelo 2], un sentido que no podría lograrse fuera de la dinámica de
la asociación y el compañerismo” (pp. 89-90).
d) El jefe. “En cualquier colaboración auténtica, un jefe será
una persona que aprende, igual que cualquier otro socio de la empresa” (p. 90).
Juan: Entonces, el pensamiento colaborativo (modelo 3) requiere
pensamiento competitivo (modelo 1) y comparativo (modelo 2). Y éstos a su
vez requieren de aquél.
María: Efectivamente, Tom Morris concluye: “Cuando consideramos
los efectos potenciales de una concepción colaborativa de excelencia suprema,
llegamos a aprender el poder de una idea, el impacto de una verdad y el papel
que desempeña lo que pensamos en lo que hacemos. Las ideas sacuden al mundo” (p.
90).
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