Emily: Bueno, bueno, tampoco uno no puede vivir solo toda la
vida… aunque uno no tenga pareja uno puede decidir ir con su familia de
vacaciones, convivir los fines de semana, etc.
Cristina: Efectivamente en Europa la vida familiar existe,
las generaciones conviven en los campings, a pesar de deseo de la solitaria “autorrealización”,
del dinero o de la independencia de la mujer, aún vemos parejas que traen hijos
y las personas se reúnen con sus familias.
Emily: ¡Claro una persona sin familia es una persona triste,
y sufre en secreto su destino!
Cristina: Efectivamente, tener un hogar a donde regresar
significa un lugar donde sentirse protegido, querer y ser querido, en otras
palabras donde se pueda confiar. Este anhelo es un deseo natural de felicidad
que tiene cada persona humana. Una familiar que me comprenda y recupere fuerzas…
Christiane Collange menciona: “Me dan pena las mujeres que no saben lo
reconfortante que es una tarde en la que estás ocupada con las tareas de la
casa y disfrutas con tu hijo”. Al igual
que esta autora francesa y otras mujeres han recapacitado sobre su actitud
frente a la familia, y la han corregido.
Emily: Bueno, ojalá todos pudieran vivir una vida feliz pero
no todos gozan de paz y alegría en sus hogares… “En realidad las parejas que
siguen juntas se odian” dicen algunas personas…
Cristina: Sí, personas que generalizan la desgracia de
algunos casos a todos o casi todos; pero no hacen más que mostrar su amargura y
transmiten esta cultura de escepticismo a las parejas jóvenes. Es verdad que
algunos se separan con alguno de sus hijos y se intenta otro “pachwork” (familia
parche).
Emily: ¿Entonces dónde queda el concepto de familia: papá,
mamá e hijos?
Cristina: Algunos consideran la relación hombre-mujer como
lucha de clases, otros la consideran una relación abierta e inestable… En Finlandia,
la familia es definida como “un grupo de persona que utilizan el mismo
refrigerador”.
Emily: Entonces, la familia aún no pasa de moda pero el
matrimonio diríamos que sí… ¿será por las dificultades que sufren hoy en día a
diferencia de las anteriores?
Cristina: Siempre ha habido dificultades, la diferencia es
cómo se manejaba la situación. En siglos pasados los padres y familiares
buscaban a quienes habían de casarse sus hijos; buscaban aspectos objetivos: debían
tener el mismo nivel de vida, más o menos la misma situación económica, la
misma religión, etc. Todos, varones y mujeres, solían trabajar juntos en la
granja, en el taller, en la tienda. Y educaban juntos a los niños, que crecían
bajo los cuidados de muchos parientes… Pero a partir de la industrialización
cambió la dinámica familiar: trabajo remunerado primero para el hombre y luego
para la mujer fuera de casa; nuevas cargas para el matrimonio.
Emily: ¿Entonces con la industrialización la mujer pudo
casarse por motivos subjetivos, es decir, por amor, y no por obligación de sus
padres?
Cristina: Efectivamente, la mujer pudo finalmente ser libre,
entregarse y amar verdaderamente; aunque por otro lado sufrió lo que se conoce
como “fragilidad constitucional”. Te explico en qué consiste:
1)
Este amor subjetivo: simpatía y amor puede
extinguirse porque faltan los motivos objetivos y entonces corre el riesgo de
sentir: “que se acaba el amor”.
2)
Los esposos tienen distintos campos de acción y
cada uno pasa más tiempo en su profesión y compañeros de trabajo; y cuando
regresan a casa están cansados y quieren dormir y así irse distanciando poco a
poco.
3)
Estar rodeado de un ambiente donde se exalta la
infidelidad confesado en la TV por altos políticos.
4)
“Hasta que la muerte los separe” puede extenderse
hasta los 80 años de edad y noventa años de edad. Es decir, estar juntos otros
30 o 40 años después de que se fue el último hijo de casa!!!
Ante este panorama muchos jóvenes no quieren jugar a ser el
héroe y mejor “no se casa” ; no vaya a vivir una vida de engaño, traición e
incluso sufrir el dolor de un divorcio.
Emily: ¿Todo esto? Por eso, muchos opinan: ¿Pues por qué no vivir
juntos un tiempo antes de casarse para ver si funciona? Si va bien, se pueden
casar después de cinco, diez o veinte años; si va mal, se pueden separar sin
grandes problemas y sin desventajas económicas; se puede encontrar un nuevo
amor y empezar de nuevo. ¿Por qué no?: siempre hay nuevos horizontes sin ningún
aburguesamiento.
Cristina: Bueno, bueno, también hay que aclarar que eso de
vivir lo mejor de los dos mundos, es decir, vivir una “relación abierta” tiene
sus bemoles. Veamos cuáles: Cuando dos personas viven juntas sin casarse, en algún
rincón de su corazón puede quedarse un resto de desconfianza. Una mujer me dijo
en una ocasión que cada noche sentía miedo de que su amigo no volviera…
Emily: ¿Y por qué no se casan? ¿Por qué no estar seguros de
su amor?
Cristina: Si somos sinceros, hay que confesar que esto es
una ofensa permanente al otro. Es como decirle: “Yo te quiero hoy. Pero no sé
si te querré mañana (o dentro de diez años), y por eso prefiero no meterme en
líos”.
Emily: Pero para este pensamiento hay muchas ideologías.
Cristina: Efectivamente, en el fondo las personas que viven
juntas, lo saben muy bien, y en general, después de unos años se enfría el
amor, pues éste no puede crecer en un clima de desconfianza. Las “relaciones
abiertas” traen consigo muchas frustraciones y decepciones y, con la edad, no
raras veces llevan al cinismo. ¿Quién puede dejar a un compañero tras años de
convivencia sin experimentar una ruptura en su vida, sin sentirse fracasado,
sin dudas y quizá remordimiento de conciencia?
Emily: ¿Qué decir si tuvieron hijos y la manera en que les
afectó esta ruptura?
Cristina: Hay un caso con un hombre con tres esposas que
tuvo hijos con ellas consecutivamente. No se trata de juzgar, nadie tiene
derecho a hacerlo y como espectador puede ser muy duro. Pero tenemos que darnos
cuenta que este “nuevo tipo de familia” es un engaño.
Emily: ¡Claro! Muchas personas se sienten angustiadas,
sufren por las situaciones de inestabilidad y hasta locura.
Cristina: Efectivamente, y es que cuando hablan de
matrimonio creen que es algo utópico, inalcanzable e irrealizable, pero sólo
dentro del matrimonio los niños pueden correr con libertad, jugar, bailar sin
peligro de caída. Cuando falta esta certeza los niños se mueven lentamente con
miedo a caer, disminuye la alegría y emprender grandes cosas en este mundo.
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